Lo que te he enseñado es la realidad. Lo que recuerdas, es una ilusión.
Tras dos centenares de horas ha llegado el momento de afrontar la más grande de las peleas. ¿Luchar contra las dobles invocaciones en la aventura por la búsqueda de la protomateria? ¿Decidir la cita en el Gold Saucer? No, estamos hablando de escribir el análisis de Final Fantasy VII Rebirth. Eso sí, estad tranquilos porque no hay ningún spoiler entre estas líneas.
Los hijos de Final Fantasy VII
Creo que hay una cosa que no entendéis. Sí, me refiero a vosotros, los que os lleváis las manos a la cabeza cuando veis a Final Fantasy VII Rebirth por lo más alto de la lista de los mejores puntuados de 2024 en los agregadores de notas, que a su vez sois los mismos que pusisteis el grito en el cielo cuando Final Fantasy VII Remake hizo lo propio. Un juego al que, si le quitamos toda la nostalgia y carga emocional, no bajaría del notable alto, y que mete una cantidad de relleno suficiente como para haber lanzado sus entregas partiéndolas en tres.
Ya nos sabemos la historia de Final Fantasy VII, incluso cuando Square consiguió, con una mezcla de valentía y genialidad que a mí desde luego me convenció, hacernos dudar de todo aquello que habíamos visto allá por 1997, cuando de alguna manera Final Fantasy VII consiguió cambiar una generación entera de jugadores. Me tocó esa generación, y me tocó de lleno, porque venía de una Mega Drive y, bueno, no es que la consola de Sega tuviera el mayor torrente de JRPGs. Casualidades o no, Final Fantasy VII se sentía como algo nuevo, como algo único, donde ni siquiera nos importaba no enterarnos de nada por culpa de una terrible traducción española.
¿Qué veíamos en esos monigotes poligonales? Realmente no demasiado, pero todo pasaba en nuestra cabeza, tal y como cuando lees un cómic o manga unes cada viñeta con transiciones mentales que dan una fluidez muy concreta o como cuando lees un libro pones en imágenes cada pasaje de la forma en la que te gustaría que así fuera. Cuando señalabas con el icono de la mano y dabas la orden a Cloud para que atacara a un bicho gigante, tú no estabas viendo por enésima vez esa animación estándar del pelopincho rubio corriendo para pegar un soso espadazo que acababa mostrando un 5000 en pantalla, sino que, en tu mente, Cloud corría hacia el enemigo desviando sus proyectiles con la espada para acabar dando un triple salto mortal que aterrizara en su punto débil, causándole esos 5000 puntos de daño.
El encanto de aquellos años arrojaba todavía más épica al contexto. En el pre-internet, revistas se plagaban con información sobre Final Fantasy VII, y tu vecino de turno o primo lejano había hablado con un amigo de un amigo que fue a Japón y allí le contaron que había una manera de evitar la catástrofe más memorable que se recuerda en su generación, e incluso más allá. ¿Cómo se desbloqueaban los límites? ¿Cómo se vencían a aquellas monstruosidades llamadas Arma que parecían imposibles y que escondían detrás pequeños puzles para el jugador? Final Fantasy VII se plago de leyendas urbanas, secretos y chismorreos, tal y como le pudo pasar a Pokémon Rojo/Azul en su salida. Leyendas que, a día de hoy, se desmentirían al segundo a poco que se hiciera una búsqueda por internet, y que por entonces otorgaban una mística especial que ya es imposible. Era como creer todavía en los Reyes Magos.
Final Fantasy VII Rebirth es una gira de reunión de tu grupo favorito, del cual te conoces cada canción y entresijo, para comprobar que no solo no están viejos, sino que ahora, gracias a que les da todo igual y no temen estropear lo que ya existe, suenan todavía mejor.
Perderse en el universo de Final Fantasy VII, a ciegas, fue una experiencia que me marcó, como también lo hizo la aparición en 2005 de Final Fantasy VII: Advent Children. De alguna manera, todo lo que había pasado en mi mente, y en la de muchos por extensión, se traducía por fin en imágenes sin las limitaciones técnicas de los videojuegos, en una época donde las CGI se celebraban por espectaculares. Donde ahora es impensable encontrar "más de 5 horas de CGI" como material promocional en un juego, antes era precisamente el primero de los reclamos que te mostraban en las contraportadas. Creo que es importante recordar Advent Children, precisamente porque fue el momento en el que muchos manifestamos nuestros sueños más ambiciosos en aquél momento: ¿viviré para ver un juego que se vea y se sienta así?
Ni siquiera pensábamos en un remake de Final Fantasy VII. Por entonces, los remakes y remasters prácticamente ni existían, y nuestros sueños eran más relativos a la industria que a rejugar la séptima entrega de Final Fantasy como lo que se veía en Advent Children. Ingenuo de mí, pensaba que jamás llegaría a ver un juego a ese nivel, que la industria no podía correr tanto y que me moriría sin verlo, pero no solo avanzó la industria, sino que empezó a aparecer la posibilidad, muchos años después, de un remake de Final Fantasy VII. Lo demás, ya es historia de los videojuegos. Sony E3 2015, tras haber visto The Last Guardian y todavía sin haber visto Shenmue III. Tres notas bastan para ponerme todavía los pelos como ningún otro momento, diría, en la historia de los videojuegos. Casi diez años después, y habiendo jugado dos de sus tres partes, los pelos siguen yéndose de su sitio cada vez que veo ese momento.
Mi sueño pre-adolescente se había cumplido, y esto pasa muy pocas veces no solo en el mundo de los videojuegos, sino en la vida. Final Fantasy VII Remake cumplió ese sueño, y Rebirth lo ha llevado incluso más allá.
Estuve en Junon y me acordé de ti
Un juego tan trascendental para la industria, y en concreto para la generación, debería tener detrás más miedo que otra cosa desde el punto de vista de los desarrolladores. Square ya dejó clara su enorme valentía con los giros que introdujo en el Remake y cuyas consecuencias ahora empezamos a ver en Rebirth. Escuchar la banda sonora es suficiente pista como para saber que estamos ante algo gigantesco, ominoso y épico, donde centenas de coristas gritan el nombre del ángel de un solo ala entre percusiones militarizadas. Esto es algo muy serio. Esto no es un remake de un juego cualquiera. Esto es Final Fantasy VII.
Y, precisamente, creo que la clave estuvo en restarle importancia.
Creo que en algún momento de la producción, y ni siquiera fue durante Final Fantasy VII Remake sino ya de cara a Rebirth, alguien quiso desestresarlo todo, restarle importancia y trascendencia y realmente parar para preguntarse qué querían "los hijos de Final Fantasy VII". Creo que Rebirth roza la perfección por saber exactamente a qué público va dirigido. Cuando se escuchan críticas a Rebirth sobre la cantidad de relleno que tiene en forma de minijuegos y misiones secundarias no muy inspiradas, no acaban de entender que a nosotros no nos importa. Una misión estándar de recadero no la traducimos como ir del punto A al punto B para luego volver, sino que lo que tenemos es una misión donde vamos del punto A al punto B con Cloud y Aeris hablando de cualquier nimiedad. Son estas interacciones, el saber que nuestros, de alguna manera, héroes de la infancia, están ahí, hablando sin más, lo que hace que el par de centenas de horas echados en el juego se antojen escasas. No estoy exagerando con esto, al menos en mi caso, porque yo tenía cuerda para mucho más.
Cuando jugamos a Final Fantasy VII Rebirth, no buscamos saber qué pasa, incluso cuando Square se ha esforzado para proporcionar diversos giros y sorpresas. Cuando jugamos a Final Fantasy VII Rebirth, jugamos para sentir que hemos estado ahí, incluso si es simplemente cabalgando a lomos de un delfín en un minijuego. Nadie que viviera el lanzamiento de Final Fantasy VII con nuestra intensidad te va a decir que "ahora hay un minijuego de montar en delfín", sino que sus palabras se acercarían más a "ahora hay un minijuego de montar en delfín en las faldas del cañón de Junon".
Por eso, no es de extrañar que mi PlayStation 5 tenga gigas de capturas que he ido haciendo durante el juego, y que mi cobertura estos meses de Final Fantasy VII Rebirth no se haya traducido en artículos con primeras impresiones o similares, sino que, lo único que escribí fue esto, y creo que eso dice muchísimo de lo que significa el juego.
Ne me mori facias
Otra de las experiencias anexas al lanzamiento de Final Fantasy VII original fue el hecho de meterse tan dentro que nunca había suficiente. A la lluvia de leyendas urbanas y revistas con tropecientas guías por fascículos se le unía la imperiosa necesidad de escuchar su banda sonora, como si fuera eso el hit del momento. Sí, ahí estaba por aquél entonces esa figura de tu instituto que hacía negocio en los recreos con su flamante grabadora de CDs. Raúl, por 500 pesetas -ofertita si me traes el CD virgen-, te hacía la copia que le pidieras, e incluso te tentaba con suculentos CD Mix que incluían varios juegos en un mismo disco. Preguntarle a Raúl si tenía la banda sonora del Final Fantasy VII era absurdo, así que ese salvador no iba a ser tal en esta ocasión. Te tocaría esperar un par de años más, cuando internet definitivamente explotara para poder descargar, siempre desde la legalidad que nos caracterizaba, la banda sonora de Final Fantasy VII que tanto tiempo llevabas anhelando.
Más allá de las divagaciones de abuelo, no os exagero si dijera que, para muchos, jugar a Final Fantasy VII Rebirth -o Remake- puede ser suplantado con, simplemente, escuchar su banda sonora. Admito que unas cuantas de mis cerca de 200 horas al juego fueron disfrutando simplemente de su música mientras que pululaba por las diversas zonas de mundo abierto. La banda sonora es, posiblemente, la noticia más positiva de todo el remake, capaz de coger piezas tan icónicas y retorcerlas y juntarlas con otras hasta el punto de que todas las canciones parecen un gran medley. Escuchar las variaciones entremezcladas con las canciones dedicadas a cada personaje, ha sido de las experiencias más nostálgicas y a la vez motivadoras del tiempo que he pasado en Rebirth. Sentir cada guiño, cada mezcla con el resto de temas y tener la sensación de estar pillando cada una de las referencias, casi como si la propia banda sonora te estuviera narrando no solo lo que está pasando, sino lo que puede pasar.
Por eso, si juntamos toda la anterior relativo a la nostalgia proveniente de nuestra generación, junto a la importancia y el trato de sus personajes y la traca final que supone la banda sonora, no se me ocurre mejor forma para definir el juego: Final Fantasy VII Rebirth es una gira de reunión de tu grupo favorito, del cual te conoces cada canción y entresijo, para comprobar que no solo no están viejos, sino que ahora, gracias a que les da todo igual y no temen estropear lo que ya existe, suenan todavía mejor.
Creo que no es necesario pararme en nada de sus aspectos jugables, en un sistema de combate que ya elogié en la primera entrega y que ahora incluye todavía más elementos para hacerlo incluso más espectacular y dinámico. Me ha gustado todo, y me ha gustado mucho aunque no alcance la perfección por, quizá, una parte final no tan a la altura de las circunstancias. Honestamente, creo que hablar de sus -repito, sobresalientes- cualidades como juego, es no haber entendido nada de este análisis.
Muy buen texto, Neojin. El diseño del bloj es acorde a la época y ayuda a volver a ese 1997.
ResponderEliminarNo soy Ander.
Todo inmersión, diseño dedicado a cada análisis, increíble página, está feo que yo lo diga.
EliminarTiembla Anait
EliminarSe tocó la vena sensible.
ResponderEliminarYo puedo decir que el juego original tiene un hueco especial en mi corazoncito por varias razones, fue mi primer ff (aunque no es mi favorito), fue mi primer rpg y fue el juego que me hizo interesarme por otros juegos (antes de aquello jugaba a lo que me ponían delante sin prestarle demasiada atención).
Hace una semana estuve a punto de comprarme de segunda mano la primera parte, pero cuando descubrí que la segunda sólo estaba para ps5 decidí no hacerlo porque me iba a quedar con las ganas de más :(