Final Fantasy VII Rebirth quiere que me aliste al ejercito.
Seamos sinceros, no vais a tener el análisis de Final Fantasy VII Rebirth hasta vete a saber cuándo. Seamos sinceros, puede que El BloJ se convierta en un diario donde os cuento mis anécdotas sobre Cloud y compañía. Seamos sinceros, este año el GOTY por aquí tiene menos emoción que la encuesta donde los norcoreanos eligen a su personalidad del año.
Capítulo 4, en torno a las 40 horas de juego, debería daros una idea de lo grave que es mi enfermedad con el Rebirth y de lo lento que voy. Soy un túnica negra, una cosa desprovista de razonamiento obsesionada con cualquier cosa que sale de Final Fantasy VII. También soy esa persona incapaz siquiera de avanzar en el menú principal porque se queda mirando al infinito escuchando la música. Pero incluso en toda esta vorágine de fanatismo, ayer toqué pico con toda la parte del desfile de bienvenida a Rufus en Junon.
Y lo hace, entre otras cosas, porque la música es excelsa en esa parte. No en vano, el tema principal del desfile es de mis canciones favoritas del Final Fantasy VII original, que ya es decir. A ver si os enteráis de que nos da igual el juego, que lo que queremos es escuchar la banda sonora, que si nos paramos a pensarlo, nos hubiera salido más barato coger el mando y manejar el Spotify con el DualSense y poner la OST de Final Fantasy VII Rebirth que dejarnos los 80 boniatos que piden por él.
En cualquier caso, yo solo sé que quería quedarme a vivir en ese momento para siempre, en el día del Pilar de Junon. El desfile de las fuerzas armadas que, sin paracaidista que se queda enredado en una farola, exhibía a cañonazos -literal- todo el poder de Shinra, como quien tiende todas las camisetas de fútbol a la vez en el balcón. Un día para celebrar lo fuerte que es Shinra, pero sobre todo, lo guapo que es su nuevo presidente.
Todavía un poco mareado porque hace un cuarto de hora estaba convertido en rana en una competición a lo Fall Guys, y tras haber cabalgado un delfín creyéndome que estaba en Wave Race -no, no he copiado y pegado sin querer un pasaje de un análisis de un Yakuza- entré a Junon, corazón de las fuerzas armadas de Shinra, temeroso de que nos reconocieran. Al fin y al cabo, mis compañeros, un maromo de dos metros con un cañón acoplado a su mano junto a un animal cuadrúpedo que no existe porque es un experimento de Shinra, no eran la mejor fórmula para pasar desapercibidos. Supongo que nuestra aparición, justo debajo de la High Wind rodeada de cuatrillones de soldados, tampoco suena como el mejor plan, pero de alguna forma ahí estábamos: Avalancha en mitad del desfile, donde nadie más pululaba por el embarcadero sin un uniforme del ejercito de Shinra. Todo bien, sigan.
Tras comprobar la cantidad de frases de diálogo que fueron grabadas en relación a los intentos de Cloud por asomarse en los vestidores, fue ponerme el uniforme de infiltración y sentir la abducción de Shinra. También sentir la sensación de estar en un juego de terror donde presencias indeterminadas en forma de decenas de soldados del escuadrón me seguían y miraban atentamente. ¿El minijuego del desfile? Pues una basura, la verdad, porque se podría haber hecho algo más amigable, pero estaba tan metido en el tema que en cuanto fallaba un QTE reiniciaba la secuencia. ¡Larga vida a Shinra! Por supuesto, medalla de honor para la compañía, y doble logro desbloqueado. Quiero dedicarle esta mención especial al bar privado Los Relucientes, donde están las mejores azoteas que vas a ver en Junon.
Aquí queda, pues, la manifestación de que toda esta parte de Junon me ha hecho muy feliz, y que sería el mejor momento videojueguil de lo que llevo de año de no ser porque anunciaron Slay the Spire II el otro día. Seguiremos informando, de lo de Final Fantasy VII Rebirth, porque lo del momento videojueguil del año pues ya está adjudicado.
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