La única perspectiva buena, es la de un buen juego.
Sad Owl Studios nos deja un impresionante juego que va mucho más allá del gimmick con el que podéis tropezaros haciendo scrolling por cualquier red social. Sí, estamos ante un juego efectista y con ideas casi revolucionarias, pero lo cierto es que, en su base, lo que realmente me ha cautivado es su desarrollo simplista de puzles y cómo guía al jugador a lo largo de sus cuatro-cinco horas de duración.
Hoy, la fina línea entre esperar media hora a que se te ilumine la bombilla o buscar la solución de un puzle, la cual está a dos clicks, es cada vez más difícil de delimitar. Por ello, cuando salen juegos como Viewfinder, no puedo más que premiar su apuesta por la sencillez, y por desmarcarse de esos juegos que parecen pretender ensalzar más la inteligencia del diseñador que la del propio jugador. En esta ocasión, nos encontramos con el mejor ejemplo de cómo hacer una sobresaliente apuesta en su curva de dificultad.
De primeras, Viewfinder parece un The Witness (Thekla, Inc., 2016), y así lo es en su propuesta visual casi onírica, que empuja a la relajación, pero la realidad es que su base se parece más a la de otros juegos que han jugado con las perspectivas de una manera diferente, como puede ser el caso de un Superliminal (Pillow Castle, 2020). En cualquier caso, mezcla de influencias o no, Viewfinder tiene claramente su hueco propio.
En este caso, las fotos son el recurso recurrente. Dicho pronto y mal, tener en nuestro poder una foto implica que podemos pegarla en cualquier parte del escenario para que se materialice esa foto, dando lugar a estructuras en forma de puentes, rampas y similares con el objetivo de llegar a la salida. A partir de aquí, se exprime un torrente de situaciones que van desde encontrarte fotos sueltas en el escenario, hasta una socorrida cámara de fotos que nos permite fotografiar y plasmar todo lo que nosotros queramos -y mucho más-. Lo que acabamos teniendo es una continua sensación de libertad controlada, donde podemos resolver los puzles de distintas maneras gracias a estas herramientas tan versátiles. Esto, que nos hace sentirnos poderosos, unido a una dificultad muy asumible donde siempre hay un aprendizaje progresivo de poca pendiente, nos termina dejando un juego tremendamente ágil y poco frustrante. No confundamos términos, no mezclemos dificultad con diseño, porque que el juego esté tan bien planteado en cuanto a su aprendizaje no significa que no vayas a tener varios de esos momentos eureka de los que vive cualquier juego de puzles.
En lugar de apostar por una abrumante estructura de mundo abierto de puzles, lo que tenemos aquí es más parecido a la estructura Portal (Valve Corporation, 2007), con salas recogidas a completar para desbloquear las siguientes. El juego se divide en cinco mundos, donde en cada uno de ellos se introduce una mecánica nueva a través de una herramienta fotográfica nueva. Si bien se entremezclan, cada mundo está pensado para estar centrado en las nuevas posibilidades, por lo que en lugar de tener una línea de dificultad ascendente lo que se consiguen son, realmente, varios tramos de misma intensidad, lo cual permite no dejar a nadie atrás en el camino. Además, se incluyen desafíos opcionales que suelen implicar una vuelta de tuerca al concepto introducido en cada uno de los mundos.
Jugablemente, tiene una serie de funciones que sin duda van buscando mejor calidad de vida. La más destacable de ellas es la función de rebobinar, que te permite volver a un punto importante anterior -el momento en el que tomas una foto, o el momento en el que la pones, por ejemplo-. Además, puedes reiniciar el nivel desde el menú si sientes que lo has roto demasiado. Esto empuja a la sensación de que puedes trampear más de un puzle y, honestamente, así es. Aunque suelo valorar negativamente los juegos donde pasan estas cosas, en Viewfinder no es lo suficientemente grave, y se alinea un poco con el espíritu libre que ofrece el juego. También en términos de calidad de vida, se agradece que nos dejen saltar con el personaje, cosa que no es tan común en este tipo de juegos, y que nos permite suavizar un poco la finura exigida a la hora de colocar determinadas estructuras. El único pero que le podemos poner a Viewfinder es que a veces cuesta determinar un poco la profundidad a la hora de plasmar las fotografías.
Esperaba un buen juego, pero no esperaba que fuera más allá de su reclamo. Sinceramente, me hubiera gustado prestarle más atención a la historia, pero la realidad es que esperaba algo mucho más abstracto y la dejé de lado prácticamente al comienzo, para luego darme cuenta de que merecía la pena -demasiado tarde para mí-. En cualquier caso, no es un juego que juguéis por la historia. Por lo demás, veo difícil que algún juego de puzles sea capaz de arrebatarle el título a mejor juego de puzles del año.
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