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14 dic 2024

SHADOWS OF THE DAMNED: HELLA REMASTERED - ANÁLISIS


"Suena como un auténtico dick-tador".




Arthur, el caballero de Ghosts 'n Goblins, se embarcaba en una cruzada casi imposible por rescatar a la princesa Prin-Prin de las garras de unos demonios que se habían encaprichado de ella. Aquí pasa más bien al contrario, porque García Hotspur, el matademonios al que controlas, se ha enamorado perdídamente de la reina del inframundo, y su objetivo es conseguir una vida feliz junto a ella. No, García Hotspur no va a perder la armadura y quedarse en cueros, salvo en determinados niveles donde la excentricidad de Goichi Suda sale a relucir, pero no le importará entrar en un bucle infinito donde los demonios van eternamente a por ella, con el único fin de salvar a su amada para tener una vida juntos.


El pueblo del mundo demoníaco


La verdad es que los paralelismos con el juego que creara Tokuro Fujiwara para Capcom allá por 1985, y por extensión su saga en general, son bastante obvios. Puede que el bucle que plantea el juego, en honor a esa repetición de partida que tocaba hacer para salvar a la princesa, sea un mero guiño que no todos tienen por qué pillar, pero tanto la mencionada pérdida de ropa en los niveles de shoot 'em up -ahora iremos con esto- como esa animación de transición entre niveles, dejan bastante claro que Shadows of the Damned parece una reinvención del clásico Ghosts 'n Goblins adaptado a un shooter en tercera persona, que tan de moda estaba durante la generación de Xbox 360 y PlayStation 3.




"Shooter en tercera persona" huele a genérico que tira para atrás, pero todo cambia cuando detrás están dos de los desarrolladores con más nombre de la industria nipona de los últimos años. Por un lado, Shinji Mikami, al que conocemos por crear y dirigir sagas como Resident Evil, Vanquish o The Evil Within, y por otro Goichi Suda, el excéntrico creador de la saga No More Heroes y de innumerables otros títulos que le han llevado a ocupar una posición casi de culto en el mundo de los videojuegos. Por si fuera poco, Shadows of the Damned cuenta con Akira Yamaoka, responsable de la práctica totalidad de las míticas bandas sonoras de Silent Hill, para completar lo que parece un deseo que se me concedió en algún momento que no recuerdo.


Chispazos de gloria entremezclados con chupitos de tequila que acaban quemando más de la cuenta, pero que casi se justifican como un peaje que pagamos gustosos a cambio de todo lo demás.




Pero esto de conceder deseos, suele tener un pago. El genio de la lámpara, pues te la suele liar, y así lo hizo, porque me sacó semejante juego en consolas, cuando yo solo tenía acceso en PC. Por eso, ahora, tengo la suerte de vivir, unos trece años más tarde, lo que fue Shadows of the Damned en su edición Hella Remastered que, para sorpresa de pocos, remasteriza la obra original dejándola casi intacta. A mí, desde luego, me ha servido para mucho, pero andaos con ojo a la hora de leer y valorar este análisis desde lo técnico, porque ya os adelanto que Shadows of the Damned, remaster o no, es un juego de otra década, al que ni siquiera le importa incluir un menú de configuraciones gráficas para PC. No se han preocupado ni de quitar los bugs del original, por lo que he podido saber. Empezar a jugar, y gracias.


The Boner


Hay que hacer un ejercicio, no ya de contextualización, sino de pasar por el aro de todas las derrapadas que encontraremos en Shadows of the Damned. Quiero decir, García Hotspur tiene la profundidad de una piedra, pero se tira todo el juego haciendo chascarrillos ingeniosamente estúpidos que moldean su personalidad y con ello todo el tono del propio juego. Shadows of the Damned no te lo imaginas en la programación de La 2, sino más bien en uno de esos canales que emiten competiciones de pulsos, realities de quién cambia antes una rueda de un tractor o campeonatos de derby de demolición. Sus únicas inquietudes son las de beber tequila y perseguir constantemente a su amada mientras que esta va por lencería paseándose por los mundos demoniacos. Eso cuando el escote de la propia Paula no se convierte en una plataforma gigante por la que debemos pasar con nuestro personaje y Johnson, la fiel calavera que nos acompaña como un Pepito Grillo y que se irá transformando en las tres armas que se encuentran a nuestra disposición. ¿Suena estridente? Bueno, esto no es nada cuando llegas a la parte donde Johnson te pide que llames a una línea erótica para que tu arma principal -que se llama boner por otra parte- tenga una erección y aumente así su potencia para matar con ella a demonios gigantes de varios metros de altura, mientras García se coloca el Boner a la altura de su cadera y hace gestos de eyacular para realizar los potentes disparos. The Last of Us y Shadows of the Damned, al mismo nivel de profundidad y narrativa.




Como bien sabréis a estas alturas, Shadows of the Damned llega de creadores japoneses, y es algo que se siente en todo momento. Ya en 2011, durante su lanzamiento, uno podía notar que por allí estaba el último reducto creativo de la industria, y así se lleva siguiendo desde entonces. No, no hablamos de que la creatividad la reduzcamos a ponerse un rifle gigante en la entrepierna, pero sí que hay un punto de atrevimiento que necesito celebrar. Sin embargo, cuando hablamos de creatividad nos referimos a muchas más cosas, unidas casi siempre a la propia libertad, a ofrecer un producto genuino que sentimos que sale de la cabeza visible de un creador. Ya la mera distribución por fases, y esa vena arcade que parece que pide tablas finales de puntuación como si fuera esto un juego de PlatinumGames, dice mucho de lo que acaba siendo Shadows of the Damned, y lo difícil que es, a día de hoy, encontrar juegos así.


Y un poco de la mansión Curien


Si mencionábamos Ghouls 'n Goblins más como algo a lo que homenajea que como una influencia jugable, sí que tengo que decir que sentí una vena seguera-arcade desde el primer minuto. Shadows of the Damned es como jugar a un House of the Dead en tercera persona, sin la premisa del shooter sobre raíles. La forma en la que impactan las balas, la forma en la que inciden y hacen daño a cada miembro del cuerpo del demonio de turno de una manera independiente y los desmembramientos que se producen, recuerdan mucho a la exitosa saga de Sega y a las sensaciones de disparar en ella. Incluso los escenarios, iluminación y feeling general -estructura incluso, si me apuráis- también siento que beben del mismo sitio, y lo hacen de la mejor manera posible, porque realmente siento los tiroteos bastante buenos incluso cuando llevamos una década de shooters de por medio.




No estamos, en realidad, ante un shooter típico de la época. Por entonces, lo que se llevaba era arrimar el hombro, de manera literal, contra las coberturas que nos protegían y que servían, también, para ser elemento central del diseño de niveles. Gears of War cambió todo por aquella época, y todo lo que fue viniendo no eran más que intentos de acoplarse a esa tendencia. Shadows of the Damned no quiere que te escondas y apuntes bien, quieres que des vueltas como un tonto mientras la oscuridad se te viene encima y te va drenando la vida hasta que encuentras la luz que purifica toda la zona.


El precio a pagar


Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Más allá de la mamarrachada que es el juego, y a la que le perdono prácticamente todo en ese aspecto, Shadows of the Damned tiene más de un momento crítico capaz de arruinarte las sensaciones positivas. Sí, estoy hablando de esos niveles infumables donde el juego pasa a ser un matamarcianos de scroll horizontal, con un ritmo, diseño y planteamiento infumable. Tampoco ayudan esas dos -que yo recuerde- partes de persecución, donde te espera la muerte instantánea si Paula -siempre en lencería, recordemos- consigue pillarte, cosa que probablemente se producirá por un diseño de nivel un tanto defectuoso, perjudicado todavía más por una cámara un tanto incómoda.


En cualquier caso, son momentos muy puntuales, y sirven también para darte cuenta de que los sistemas principales del juego son tan divertidos, que lo que realmente te duele no es estar muriendo de maneras un tanto injustas, sino no estar echando todavía más tiempo en las mecánicas básicas.




No sé muy bien a quién recomendar Shadows of the Damned, salvo a mí mismo. Incluso con un desaprovechadísimo Akira Yamaoka y un Goichi Suda algo pasado de frenada, he sentido esa originalidad y frescura que solo los grandes creativos consiguen. Chispazos de gloria entremezclados con chupitos de tequila que acaban quemando más de la cuenta, pero que casi se justifican como un peaje que pagamos gustosos a cambio de todo lo demás. Tampoco voy a deciros que ha merecido la pena esperar más de una década, pero no creía que me iba a divertir tanto con un juego que prácticamente acertaba a imaginar en mi mente.




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