¿Cuántas veces has escuchado aquello de "los extremos no son buenos"?
Vamos a quitárnoslo de encima pronto: Black the Fall es uno de los muchos coletazos que dio Inside (Playdead, 2016). Tanto por su proximidad con dicho título, como por todo lo que podemos ver en cuanto a tono, no es descabellado decir que este juego desarrollado por Sand Sailor Studio y que apadrina la mismísima Square Enix sería completamente distinto de no ser por la existencia de Inside y, claro está, su éxito. Black the Fall no dio para tanto, desde luego, pero todos aquellos que lo jugaron quedaron contentos con la propuesta. Yo no soy distinto a ellos.
El proscrito
El juego inicia con un ascensor repleto de personas con luces rojas a la espalda. De ese ascensor te bajas, y pronto entiendes que comienza un nuevo día de trabajo para ti. Tu misión no es más que subirte a una bicicleta y pedalear, como si de un hamstercillo en su rueda se tratara, con el objetivo de producir energía que extrae lo que parecen una serie de minerales. No es complicado deducir que no es precisamente tu primer día de trabajo, más bien todo lo contrario, porque llevas repitiendo ese día durante décadas. Más allá de pedalear, y de acudir a las reuniones para alabar a los líderes políticos y abuchear a la Estatua de la Libertad cuando aparece en pantalla, tu vida carece de algún sentido. Harto, decides bajar de la bicicleta y engañar al sistema de seguridad para iniciar tu fuga, la cual te llevará fuera de los confines de la factoría para visualizar todo un mundo distópico donde el comunismo autoritario se ha impuesto, y ha acabado fracasando como sistema para acabar favoreciendo a los más poderosos.
A lo largo de unas escasas tres/cuatro horas, dependiendo de lo inspirado que llegues a cada puzle, viviremos una obvia crítica a los extremos políticos, en la cual no me veo capacitado para meterme, más por desconocimiento que por cobardía. No pillé demasiadas referencias, pero seguro que Black the Fall tiene un montón de mensajes políticos, ironías y contradicciones, que le dad un plus que yo no he tenido la suerte de saborear. Tampoco es un juego que desarrolle demasiado sus profundidades conceptuales, y es una apuesta más contextual que otra cosa. Prueba de ello es que mucho del contexto que aporta, lo hace mediante zonas secretas, habitaciones escondidas por el escenario que tan solo te extienden más el universo donde se desarrolla el juego, y que no tienen mayor premio que la curiosidad -y normalmente un popup de logro desbloqueado-.
Un género explotado
Como decimos, Black the Fall no tiene esa profundidad en su mensaje que tienen otras obras del género. Su mensaje es más obvio, más directo, para centrarse más en lo que es un juego de puzles y leve plataformeo. Quedé bastante sorprendido, porque el género de puzle-plataformas está explotadísimo, especialmente en el mundo de los juegos independientes, pero encontré en este juego de Sand Sailor Studio unos cuantos puzles que me parecieron especialmente ingeniosos, más todavía si consideramos que han pasado más de siete años desde la publicación del título. También hay, no os voy a engañar, un par de puzles sueltos que no están bien diseñados, pero la sensación es que es un juego trabajado, con un ingenio genuino.
Peores sensaciones tuve con el control. Tal y como pasa con esta clase de títulos, estamos ante productos con un punto contemplativo, cuyos escenarios amplios se prestan a la inmersión. Por desgracia, Black the Fall no tiene animaciones para ir nosotros a nuestro ritmo con el stick, y las únicas posibilidades son las de ir andando muy lento, o pulsar un botón para ir rapidísimo, echándose de menos un punto intermedio que, como digo, favorecería al ritmo del propio juego. Parece una tontería, pero este punto de no hacer animaciones para distintas formas de andar suele traducirse en una diferencia que coincide con marcar un buen juego y uno no tan bueno. A Black the Fall no le pasa algo así, porque todo lo demás está lo suficientemente bien como para no ser tan exigentes, pero no hubiera estado de más, y algo dentro de mí me dice que mi percepción final sería distinta.
No da tiempo para convertir Black the Fall en una experiencia inolvidable, tampoco lo da para recrearse en sus errores. El resultado final es un Inside-wannabe que no entra tan mal, y que tiene suficientes puntos de interés en su planteamiento -los cuales, repito, no fui capaz de disfrutar tanto por mi desconocimiento sobre los temas que quiere tocar- como para no resultar un mero cascarón vacío. Puzles que van mucho más allá de empujar una caja sobre una placa de presión, en un mundo con claras influencias de 1984. Puede que cuando lo juguéis encontréis exactamente lo mismo que podéis deducir de las imágenes y de este texto, pero a veces se agradece un título así, que sirva de puente entre juegos.
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