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9 ago 2023

LUNACY: SAINT RHODES Y SU TERROR INMADURO - ANÁLISIS


Todo lo que no debe ser un juego de terror.




Storming Studios (Conarium, Darkness Within) ha lanzado hace unas pocas semanas su nuevo trabajo. Por desgracia, es otro más que tirar al cubo de basura de terror en primera persona. Para pequeño alivio de él, no está solo en el cubo, va a entretenerse con la enorme cantidad de títulos que, impulsados por la poca interactividad del subgénero, y animados por culpa de la pequeña revolución que fue el P.T. (Kojima Productions, 2014), nos han ido acompañando demasiado tiempo.


Tenía cierta fe en Lunacy: Saint Rhodes, porque Storming Studios me dio una pequeña alegría con Conarium. Fue un título puramente ambiental, una pequeña joya del terror cósmico a la que la gente pidió algo más de chicha, y por lo que probablemente estamos ahora pagando este decepcionante Lunacy: Saint Rhodes.


Definir el terror de este flojo trabajo es bien sencillo, y todo aquel que haya jugado a un par de títulos lo entenderá sin mucha mayor descripción. Terror de linterna, de apuntar cosas en un diario, de abrir puertas y cajones con click+arrastrar en unos controles heredados de la etapa de la Wii -por alguna razón se quedaron en el género-. También terror de coger objetos sueltos por el mundo y girarlos, y de contar su historia a través de aburridos escritos que en su día tenían su gracia pero que ahora carecen de interés y solo te empujan a sospechar que hay ausencias creativas en lo narrativo. Eso sí, subtítulos y textos en español.




Poco aporta este Lunacy, que parece ser la base de un concepto mucho más abierto. Esa pequeña inspiración en Silent Hill que encontramos en un mapa que vamos pintando para representar las puertas cerradas en el mapa se siente como un concepto aislado, casi anecdótico, que parecía invitar a diversos mapas o una aventura más abierta. Algo más curioso, e incluso cómico, es la mecánica de limpiarse las gafas cuando se te empapan por la lluvia o se te manchan de sangre, aunque está desaprovechadísimo porque no va más allá. También curioso ese inicio, con puzles un tanto creativos, o por lo menos inusuales, que no se repiten en ningún momento durante la aventura.


Pero no es una falta de creatividad aplastante lo que entierra al título de Storming Studios, es más bien la sensación de estar ante un juego con fallos flagrantes, que lo sitúan más en una categoría de acceso anticipado que en un lanzamiento propio como tal. He encontrado nada más comenzar y sin que hubiera un contexto, una cabeza metida en un hornillo y el protagonista no se ha inmutado. He abierto un contenedor con restos humanos y el protagonista no ha dicho absolutamente nada. Es más, el inventario que incluye descripciones de objetos spoilea sucesos de la trama que no ocurren hasta varias horas después en el juego.


No estoy hablando siquiera de los problemas técnicos obvios, de que se le vea el cartón, de que las animaciones de las manos -lo único que ves de tu cuerpo- sean nefastas y marquen claramente los bucles, o de esa iluminación tan mal llevada en exteriores que intenta camuflar con mucho grano en la imagen. No, hablamos de cuestiones mucho más básicas que se escapan de lo técnico, y que dan la sensación de un producto tremendamente poco profesional, alejado de la impresión que me dio Storming Studios con aquel Conarium. Voy más allá, diría que Lunacy: Saint Rhodes me ha roto también Conarium, y que si lo rejugara lo vería desde otros ojos -ojos, también, de quien ha jugado muchos más títulos de este género, no nos engañemos-.




Fuerte mareo y mal feedback a la hora de guiar al jugador, que se perderá muchísimas veces por tener muy poca delimitación a la hora de dejarte buscar tu siguiente paso. Tuve mucho tiempo perdido por culpa de un mapa semiabierto, incapaz de marcarte los objetivos apropiadamente en demasiadas ocasiones. Todo para llegar a un último tramo especialmente tortuoso, con una clara influencia de Layers of Fear (Bloober Team, 2016) al que imita pero no se le acerca ni un poquito, y que tiene una desembocadura en aquel terrible Agony (Madmind Studio, 2018) de la que tampoco sale victorioso.


Lunacy: Saint Rhodes hace todo mal, incluso aquello que al principio parece estar bien. Las críticas se han cebado con los problemas técnicos, pero es la sensación de juego amateur lo que verdaderamente desquicia.




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