Un paso atrás, para dar dos adelante.
La entrega anual de la saga Call of Duty. A veces parece que lo decimos por decir. Parece que es una coletilla sin más y no nos paramos a pensar qué hay detrás de esa palabra, "anual", que ya suena inseparable de la saga de Activision. No es tan sólo esa sensación de que Call of Duty siempre está ahí, es también el hecho de saber que Activision tiene bajo sus brazos hasta cuatro compañías principales que trabajan alternativamente en sus títulos, o que directamente desmembran el siguiente juego en trozos para que cada una se encargue de un aspecto. Así, y salvo que la memoria me esté fallando, Activision cuenta con Infinity ward, Treyarch, Sledgehammer Games y Raven Software para garantizar que cada año tengamos un Call of Duty, y que lleve ocurriendo desde nada más y nada menos que 2005, con el lanzamiento de Call of Duty 2, sin ni un sólo año sin acudir a la cita. 16 años ininterrumpidos de Call of Duty.
No hay que ser un experto en videojuegos para lanzar la palabra agotamiento, aunque no precisamente comercial. Es por todo esto que los análisis de Call of Duty son bastante dispares en este BloJ, teniendo como ejemplo más reciente un Infinite Warfare que en teoría debería haberme aportado toda esa variedad que tanto le pedía a la saga con una campaña tremendamente bien considerada por la crítica y público que a mí me dejó más bien insatisfecho. Esta irregularidad que sufro con los últimos Duty no va a dejar de existir en el análisis de hoy. Mi sensación sigue siendo la de que mi satisfacción con el Call of Duty de turno depende más de con qué pie me haya levantado ese día que otra cosa, y hoy me levanté con el pie derecho.
Porque me resulta irónico que lleve tanto tiempo quejándome de que Call of Duty es siempre el mismo juego cuando voy a hablar tan positivamente de este WWII que nos ocupa hoy. Un juego que supone una vuelta total a los orígenes y que casi funciona como reboot de la saga volviendo a una segunda guerra mundial que había abandonado en 2008, y que es hasta capaz de devolver algo tan casi arcaico como es la barra de vida rellenable con botiquines en lugar de la autoregeneración que nos acompaña en los FPS. Un juego que comienza en la batalla de Normandía, entre desmayos y actos de heroísmo, y que parece reírse en la cara de los que llevamos alertando de la falta de frescura de la saga en los últimos años. ¿Y si no se trataba de pintar en un lienzo un dibujo nuevo, sino de regresar simplemente al boceto original?
Uno de los recuerdos que más a fuego tengo grabado del mundo de los videojuegos es aquel primer Call of Duty de 2003. Recuerdo que salió cuando mi hermano tuvo que irse de casa por primera vez a un pueblo a trabajar, y recuerdo probar Call of Duty sin él para quedarme boquiabierto y estar toda la semana deseando que llegara el fin de semana para que mi hermano volviera y pudiera ver semejante simulación de guerra. Para mí fue algo nunca antes visto en un videojuego, con un realismo gráfico centrado en expresiones faciales donde eras parte de un escuadrón que no hablaba durante la batalla por hablar, sino que te iba cantando los blancos que tenías en frente y te invitaba a flanquear las posiciones enemigas mientras la aviación enemiga bombardeaba tus posiciones en un espectáculo sonoro digno de la mayor superproducción cinematográfica. Esas sensaciones se perdieron por repetitivas, y dudo que las vuelva a vivir, pero Call of Duty de alguna manera ha mantenido la grandeza, que no la ambición, en cada uno de sus juegos.
No tengo claro qué me ha gustado tanto de WWII, y quizá simplemente sea que el cambio de escenario me ha dado una segunda vida. En cualquier caso, gran parte la tiene un reparto de personajes memorable que, no nos engañemos, hace lo mismo de siempre pero con una personalidad especial. Me he pasado una enorme cantidad de juegos de la saga viendo como pasaban ante mí letreritos verdosos random que nombraban personajes sin alma, casi como haciendo un esfuerzo porque intentara memorizar alguna de sus caras y nombres. No ha sido el caso de este WWII, que me ha hecho sentir de nuevo parte de un pelotón con inquietudes, miedos e inseguridades. Si bien el juego sigue danzando sobre la pista de baile del bromance, esta vez me sonó lo suficientemente sincero y lo suficientemente atractivo como para que la mera historia suponga un elemento diferenciador con respecto a las últimas campañas de los Call of Duty, y el hecho de regresar a la Segunda Guerra Mundial en lugar de a conflictos inventados y tonterías futuristas sin corazón de alguna forma ha hecho que este WWII me parezca el Call of Duty más sincero y cercano de los últimos años.
Curiosamente, y probablemente de forma involuntaria, lo que brilla de WWII es su campaña y no lo que deberían ser los modos estrella. Casi como si de verdad fuera un homenaje a la época donde la campaña era más importante que el multijugador, Call of Duty: WWII se mueve mucho mejor en lo íntimo de la campaña que en esas tablas de marcadores de un multijugador que abruma con tantos modos, insignias, misiones y elementos que parece que busquen distraer más que invitar a entrar. No estamos descubriendo nada nuevo, es uno de esos males de la industria que empuja los juegos a productos-servicio y de donde Activision acaba sacando la financiación para los próximos cincuenta Call of Duty. Sentí el multijugador poco inspirado, y ahí sí que entramos en lo de "más de lo mismo". Tampoco brilla con especial fuerza un modo zombies que está por estar, y que acaba otorgándole ese componente de Frankenstein que acompaña a la saga aglutinando con calzador todo lo que va gustando año tras año.
Rompo pues, una lanza a favor de este WWII que vuelve a retomar los orígenes de una saga que estaba perdiendo mucha identidad. Es cierto que la sensación principal es de un poco de pereza por tomar el contexto de la Segunda Guerra Mundial, pero esto es más culpa de la competencia que del propio Call of Duty, que llevaba casi una decena de años sin pisar el conflicto. Al fin y al cabo WWII no va de una guerra, va de un grupo de seres humanos.
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