Entrando por los ojos.
Es difícil sorprenderme a día de hoy. En la lista de juegos analizados podéis ver una enorme cantidad de títulos que han pasado por aquí, entre los que se encuentran verdaderas obras de una belleza artística sobresaliente. No voy a decir que Peregrin es el juego más bonito que he visto nunca, ni siquiera entraría en un top 10 de ello, pero no negaré que he quedado completamente embelesado por ese apartado visual tan impactante que acompaña al juego y que acaba siendo la verdadera excusa para avanzar por él.
Peregrin es esencialmente un juego de puzles en un escenario post apocalíptico que va de la mano de una historia que, si bien toca clichés, sirve para darle un empaque y una linealidad acertada. En su esencia jugable estamos ante puzles bastante simples y considerablemente guiados, que no te atascarán durante mucho rato y a la vez son lo suficientemente ingeniosos como para no transmitirte pereza a lo largo de las cerca de tres horas de duración. Básicamente nos dedicaremos a poseer a tres criaturas que cumplen diversas funcionalidades gracias a unos pilares que iremos tocando para extender nuestro radio de posesión. Así, el pseudotroll nos permitirá levantar objetos pesados, el pseudotoro nos permitirá embestir contra paredes y la pseudorana nos permitirá recoger con su lengua unos cristales que atraen a las otras dos criaturas a puntos estratégicos. Combinando estas tres funciones, y otras secundarias, conseguiremos avanzar a lo largo de los preciosos niveles que nos esperan en Peregrin.
Ni siquiera voy a pararme en los matices que existen en ese sistema de puzles o de los pasajes más cercanos a la acción que se nos presentarán durante nuestra aventura. Tampoco voy a pararme a mencionar los bugs que rodean a un juego que, en una duración tan reducida, deberían estar más que controlados. Considero que, aunque se presenta un solvente sistema de puzles, si os digo que debéis jugar a Peregrin es para disfrutar de su maravilloso apartado artístico. Entre las inspiraciones directas se menciona a John Harris y Moebius, en un estilo que recuerda a muchas cosas pero se acaba sintiendo como algo muy personal, que hace que casi cada captura de juego acabe pareciendo un arte conceptual. Desgraciadamente, cuando entran en juego sus elementos vivos es cuando pierde un poco de fuerza, ya que aunque nuestra protagonista, Abi, está bien integrada con el entorno, las tres criaturas que nos acompañarán en la aventura parecen puestas sin más, y la interfaz que les rodea, resaltándolas, acaban afeando los bonitos lienzos. Algo así como si le pusiéramos pegatinas a un libro de arte conceptual.
Peregrin es un juego medianamente desconocido que vio la luz, sin mucho ruido, en 2017. Su innegable belleza le da el plus que lo convierte en una de esas joyas ocultas que merece la pena jugar. Si lo tenéis perdido por vuestras bibliotecas de Steam -también disponible en la App Store-, no dudéis en darle el cariño que merece.
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