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28 may 2020

LONELY MOUNTAINS: DOWNHILL - ¿TE GUSTA CONDUCIR?

Lonely Mountains: Downhill es un juego de sensaciones, un juego potencialmente minimalista que equilibra a la perfección el relax y el punto competitivo gracias a su estructura que te lleva de la mano a lo largo de diferentes rutas y montañas -se me antojan pocas- donde tirarnos con nuestra bicicleta cuesta abajo será el denominador común.



Cuando pienso en Lonely Mountains: Downhill, el juego de Megagon Industries lanzado en 2019, se me vienen a la mente por delante de todo juegos como Sekiro o Dead Cells, incluso por encima de otros más obvios como la saga Trials y los millones de juegos para móvil con físicas y deportes extremos como reclamo. Esto es porque los juegos mencionados tienen un factor común con este Lonely Mountains: Downgill, y eso es que centran el 90 % de sus esfuerzos en ofrecer una única cosa la cual roza la perfección. El choque de espadas de Sekiro, y la jugabilidad enfermiza de Dead Cells no necesitan de complicados combos y movimientos, y se tiran todo el juego haciendo lo mismo una y otra vez. Es, como digo, el mismo caso que este Lonely Mountains: Downhill, un juego que sabe que ha alcanzado un "gamefeel" tan exacto y preciso, que ni siquiera se plantea introducir mecánicas innovadoras o cualquier toque de ingenio.


Tanto es así, que Lonely Mountains: Downhill goza de la mejor banda sonora posible que se podría haber hecho para este juego. Esto es, ninguna. Ni siquiera en menús, el juego se ahorra su acompañamiento musical para dejar que el sonido de los pájaros y, sobre todo, el de tus derrapes que arrastran gravilla, sean el verdadero motor sonoro de la experiencia. Esto viene que ni pintado para esa estructura tan marcada, donde aquellos que busquen la experiencia relajante quedarán prendados de los efectos sonoros del juego y aquellos que busquen el desafío encontrarán en esto un potenciador de concentración.

Especial mención hay que hacer de la cámara. Una cámara de persecución, donde la mayor parte del tiempo corremos hacia la cámara mientras se va replegando, no dejándonos ver con comodidad lo que tenemos delante. Esto, que suele salir mal en casi todos los juegos, está muy bien pensado, y la propia cámara sirve de consejo para saber cuándo hay que apretar y cuándo hay que frenar. Las rutas están estudiadísimas, y basta con ver el comportamiento de la cámara para saber que detrás del juego hay un trabajo de testeo más profundo de lo que podrías esperar. Lo mismo pasa con todos los atajos, siempre sugeridos y no forzados, que se olvidan de la memorización y pueden ser tomados de primeras siempre y cuando tus reflejos y tu lógica te lo permita.


Con todo y con esto, Lonely Mountains: Downhill tiene sus pequeños peros derivados de todo esto, y es que tiene un pequeño componente de ensayo y error. Si bien la cámara acompaña y normalmente incita, a la hora de saltos y perspectiva puede ser que tengas que morir, casi obligatoriamente, en más de una ocasión porque simplemente no sabes hacia dónde estás yendo. Estos momentos son reducidos, y se dan sobre todo en su parte final. Otras veces hay caminos que parece que llevan a atajos, para encontrarte con la dura realidad, lo cual se suele traducir en tu cuerpo hecho añicos contra la roca de turno porque por ahí no había nada. Y también un poco unido a esto, Lonely Mountains: Downhill abraza al YouTuber. Si bien es un juego prácticamente de nicho, tiene ese punto de físicas locas y de personaje endeble destinado a sufrir la peor de las desgracias a poco que te roces contra el árbol de turno.


Lonely Mountains: Downhill viene a representar que, a pesar de que salgan millones de cuatrillones de juego al día, con trillones de ideas nuevas e ingeniosas, si pules la jugabilidad y las sensaciones al mando tu juego seguirá siendo atractivo y bueno, y muy probablemente supere con facilidad la prueba del tiempo.


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