La tercera entrega de The Dark Pictures Anthology supone un cambio de ambientación notable.
Los análisis de la antología de terror de Supermassive Games son especialmente cortos porque, aunque se tratan de juegos independientes, no deja de ser como hacer un análisis de cada capítulo de una serie en lugar de una revisión total de la misma. En esta ocasión, y con motivo del ¿A Qué Juego Quieres que Juegue? #18 donde @gadwind propuso este título para que finalmente lo votarais saliendo así escogido, analizamos House of Ashes individualmente, pero os invito fuertemente a echar un vistazo a los análisis de Mand of Medan y Little Hope para profundizar en muchas de las ideas que por aquí aparecerán de pasada.
Si bien ya os adelanto que House of Ashes me parece un juego igual de bueno, o igual de malo que los anteriores, en esta ocasión lo hace por fallar y acertar en cosas completamente distintas. Por decirlo pronto y mal, las cosas que lo hacen único le dan un plus que merece la pena, pero sus pecados estiran por el otro lado, por lo que aunque House of Ashes comparte puntuación con las anteriores entregas, no lo hace por ser continuista como tal.
En House of Ashes tenemos una apuesta diferente en ambientación, que supone un cambio de aires muy de agradecer. Nos vamos a Irak, en medio del conflicto bélico con los Estados Unidos, lo cual nos deparará una localización inusual para una película de terror. Pasó por mi cabeza una película francesa llamada Djinns, de 2010, dirigida por Hugues Martin y Sandra Martin, en la cual unos soldados hacían frente a unos demonios dentro de una misión de rescate en el Sahara de los años 60. Aquella película tenía una apuesta más ambiental, más cercana al terror psicológico, mientras que House of Ashes ofrece lo que acaba siendo una película de acción que recuerda a Aliens o Pitch Black. Por ello, House of Ashes vierte gran parte de su jugabilidad en los QTE de apuntado, los cuales se sucederán durante la práctica totalidad del juego. Sumemos a todo esto el relato de Las Montañas de la Locura de H. P. Lovecraft y la obvia inspiración en el mito de la maldición de Akkad para tener el cóctel final de inspiraciones que el estudio británico ha tenido para este House of Ashes.
Si bien me he divertido jugando House of Ashes, si hubiera sido viéndolo como una película me hubiera parecido considerablemente insoportable.
No es casualidad que estemos referenciando sobre todo películas y no mencione ni un videojuego, y es que esto sigue igual que siempre, es decir, House of Ashes es una película de toma de decisiones -más énfasis en este capítulo que en los anteriores- salpicada con varios QTE donde te juegas la vida. No vamos a profundizar en la estructura porque ya hemos hablado numerosas veces de ello.
El cambio de ambientación supone un cambio de iluminación que agradecí, aunque por desgracia gran parte de la acción transcurre en oscurísimas cuevas. Al principio, Supermassive deja ver por fin su aspecto técnico a todas luces, nunca mejor dicho, y desgraciadamente la sensación es que la oscuridad ha estado ocultando un apartado gráfico que sigue siendo sobresaliente, pero no está tan cerca del realismo que parecía tener en otras entregas. En cualquier caso, es un precio que se paga con gusto, por el cambio de tono, después de haber pasado por un barco fantasma ruinoso y un pueblecito lleno de niebla y bosque como tuvimos en las anteriores entregas. Sin embargo este cambio de tono e iluminación por fin se siente pleno en la siguiente entrega, The Devil in Me, que analizaremos a no mucho tardar.
House of Ashes prescinde por fin de la etiqueta de comedia de terror involuntaria para ofrecernos unos personajes adultos, que mantienen clichés pero por lo menos no comparten situaciones con los dos anteriores títulos. A partir de ahí, un juego oscuro e incómodo de ver visualmente, pero que se me compensó con la sensación de cambio, aunque sea mínima, que ofrece el juego. Para que nos entendamos, si bien me he divertido jugando House of Ashes, si hubiera sido viéndolo como una película me hubiera parecido considerablemente insoportable.
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