El estudio francés no acaba de encontrar su rumbo y parece huir de esa dolorosa etiqueta de one hit wonder que le persigue desde la publicación del primer Life Is Strange.
Si reviso todos los análisis que se han ido publicando en El BloJ sobre los juegos de Don't Nod, no puedo decir que sea una compañía que me ofrezca malos resultados. De hecho, si sumamos sus puntuaciones bien podría estar entre lo más alto de valoraciones de este estricto sitio, por lo que esta sensación que tengo últimamente de que el estudio está dando bandazos es una impresión un tanto irracional. Si bien la opinión pública no se enganchó a su primer juego, Remember Me (2013), yo quedé bastante contento con él. Me subí luego tarde a Life Is Strange (2015) para quedar prendido de su propuesta, la cual vimos más explotada en el spin off con aires de expansión de Life Is Strange: Before the Storm (2017). Lejos de querer explotar la saga sin más, apareció el infravalorado Vampyr (2018) en un intento de no encasillarse en los juegos narrativos de toma de decisiones como le pasó, por ejemplo, a Telltale Games. Sin embargo, esto no funcionó como se esperaba, y Don't Nod acabó ese mismo año dándole al público lo que le pedía, con la salida de Life Is Strange 2 (2018). A partir de ahí, un anecdótico Twin Mirror (2020) que me salté, y un Tell Me Why (2020) que tampoco ayudó con la impresión de no ser la nueva Telltale. Tras el anuncio de que Life Is Strange quedaba en manos ahora de Deck Nine, Don't Nod ha anunciado recientemente el desarrollo de otro juego de acción llamado Banishers: Ghosts of New Eden.
El juego que hoy nos ocupa, por tanto, se ubica justo después del Vampyr de 2018 que tanto me gustó. Aunque algunos simplemente señalan Life Is Strange como único juego remarcable de la compañía, lo cierto es que, en mi caso, la caída de nivel del estudio se produce justo en este Life Is Strange 2.
No esperaba quedar tan descontento con un juego que esperé durante mucho tiempo. Life Is Strange 2 es mucho más tangencial que interseccional con la primera entrega, y la verdad es que celebré un poco ese concepto. Volver a crear un ambiente estudiantil de instituto y tratar los mismos temas, ya clichés, hubiera sido lo fácil y, no nos engañemos, probablemente le hubiera salido mejor la jugada al estudio en lo comercial, pero Life Is Strange 2 apuesta por otros tipos de marginación reflejados en la discriminación racial. No hay muchos otros temas centrales que enumerar alrededor de esta secuela, intentando poner el foco en la discriminación y aceptación social, tema al que se recurre en numerosas ocasiones desde distintos enfoques.
Las relaciones de amistad e incluso amorosas del primer Life Is Strange dejan paso a las relaciones familiares, explotadas con más obviedad en las relaciones fraternales. La doble pareja protagonista a la que acompañaremos, no solo en su huida sino en un viaje en busca de ellos mismos, presenta desde el principio los conflictos y necesidades humanas propias de su contexto, por lo que más allá de una evolución en la relación de hermanos, los mensajes que se lanzan no varían mucho entre lo que vemos en el primer capítulo y lo que vemos en el último. Esta falta de mensaje, de contenido de alguna manera, se hace visible en una parte introductoria demasiado larga y aburrida, que me llevó a presenciar con pereza y con cierta falta de empatía los tres primeros capítulos, donde se fuerzan demasiado algunas conversaciones y temas para marcar la casilla que toca. Considerando que el juego tiene cinco capítulos, el hecho de que empezara a disfrutarlo a partir del cuarto, dice mucho del desangelado ritmo y situaciones del primer arco de la obra.
Fuera de esto, es una queja ya habitual en este género el hecho de que tus decisiones no importan realmente, pero yo hace tiempo que me sumé al mantra de que no importa tanto que estas decisiones cambien el juego, sino que el propio juego esté lo suficientemente bien escrito y llevado como para hacerte sentir que en ese momento te crees que importan. El género es un poco un espectáculo de magia, donde tienes que ir con una predisposición a creer en ello para disfrutarlo. Desgraciadamente, Life Is Strange 2 me sorprendió por una total falta de esto, un total descaro a la hora de plantarte decisiones y conversaciones a elegir, donde el propio protagonista rechaza tu propia elección para hacer la que está marcada por la historia. Puedo esperar algo así de un estudio primerizo o una primera incursión en el género, pero no esperaba algo así en la secuela de un título como Life Is Strange, que ha sido abanderado de este tipo de juegos durante un largo tiempo.
Sin embargo, esta parte más jugable es anecdótica si lo comparo con la propia trama, con la que ya digo no conecté hasta bien tarde. No podemos decir que Life Is Strange 2 sea un juego malo como tal, pero sí sorprendentemente aburrido durante demasiado tiempo y, sin lugar a dudas, muy inferior a todo lo que nos dejó su sorpresiva primera entrega.
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