Hay momentos en los que es mejor parar y cerrar tu saga antes de que la destroces. Broken Sword se rompió a partir de su tercera entrega, y a pesar de que esta quinta entrega busca la verdadera esencia de la franquicia, ya es demasiado tarde para ella.
Conviene repasar la saga Broken Sword, que para algo la tenemos completada dentro de El BloJ, ya que su evolución es indispensable para entender cómo hemos llegado este The Serpent's Curse que nos ocupa hoy. Revolution Software estrenaba su saga con Broken Sword: Shadow of the Templars (1996), en una de las piezas más destacables de las valoradas aventuras gráficas de los años 90, con el género en su estado de gracia. Un nivel similar alcanzó The Smoking Mirror, su secuela lanzada en 1997. Ambos títulos aportaban un tono de aventura de media tarde con un regustillo europeo y toques fantásticos entremezclados con artefactos históricos y viajes por el mundo bajo un estilo artístico muy manual. A partir de aquí, cuando las aventuras gráficas empezaron a morir y a intentar evolucionar para modernizarse adaptándose a las, por entonces, casi obligatorias tres dimensiones y a la "consolización", Broken Sword renunciaba a su esencia y personalidad con The Sleeping Dragon (2003) y The Angel of Death (2006), dos juegos pésimos que os invito a omitir directamente, y donde encontrar algo positivo en ellos es una auténtica gesta.
Así pues, uno pensaría que Broken Sword 5: The Serpent's Curse son buenas noticias en el momento en el que se anuncia que se recuperan dos cosas esenciales unidas a la saga. La primera de ellas es la apuesta por la aventura gráfica sin dobleces, con sus conversaciones, puzles e inventario eterno que puedes esperar de esta clase de títulos. La segunda, y quizá la más importante, la vuelta a los escenarios dibujados a mano en un precioso 2D. El juego se lanzó dividido en dos episodios entre 2013 y 2014 mediante un Kickstarter que permitía a Charles Cecil y el resto de miembros de Revolution librarse de las ataduras que sufrieron en la tercera y cuarta parte por parte de los editores. Desgraciadamente, Broken Sword 5 llegó demasiado tarde.
Lo que antes se recibía casi como una superproducción, ahora se siente un producto arrastrado por querer recuperar una esencia que se dejó por el camino.
A mi parecer, estamos en un punto donde las aventuras gráficas puras, incluso aquellas que se apoyan en la nostalgia, se han quedado como un género obsoleto. Si nos ponemos a exagerar, diría que dentro de no mucho van a empezar a sentirse como ahora mismo sentimos las aventuras de texto. De alguna manera, vivimos en un ritmo socialmente muy acelerado como para que una aventura gráfica pura tenga sentido. Sí, jugar a Broken Sword 1 y 2 tiene valor todavía a día de hoy, porque básicamente tu mente hace, quieras o no, un ejercicio de contextualización, pero lanzar una aventura gráfica clásica a día de hoy, empieza a resultar llamativo, para mal.
Y es que antes nos parábamos a disfrutar cada segundo. El mero hecho de que un juego viniera con voces dobladas -u originales, pero con voces al fin y al cabo- ya era sentir que estábamos viviendo un prodigio técnico, una megaproducción que llevaba a los videojuegos a un lugar mucho más elevado. Ahora, es difícil encontrar a alguien que se pare a que las líneas de diálogo acaben en lugar de ir pasándolas haciendo click. El ritmo de vida y la disponibilidad de títulos simplemente ha cambiado. No está la vida tan pausada como para pararse a hacer click en cada detalle del escenario de un videojuego, ni para ir objeto a objeto probando cada parte del inventario para ver si combinan como hacíamos hace un par de décadas.
Hay matices en mi reflexión, que también van ligadas a por qué The Serpent's Curse me parece un juego que roza lo mediocre. Sigo pensando que una aventura gráfica pura con una historia potente y la suficiente imaginación, puede tener todavía sentido, y Me viene a la mente el estupendo Thimbleweed Park (Terrible Toybox, 2017), pero la verdad es que creo que es una conjunción de factores que cuesta mucho que a día de hoy ocurra. El otro matiz es que todo este razonamiento se me viene un poco abajo cuando a día de hoy consigo disfrutar de bastantes visual novels, juegos a los que directamente cuesta llamar juegos pero que de alguna manera resultan atrapantes. Quizá sea por el hecho de que cuando juego a una visual novel, siento que me siento a hacer una cosa distinta a jugar a un videojuego, pero cuando juego a una aventura gráfica como The Serpent's Curse, siento que estoy "tirando" mi tiempo de jugar a videojuegos en sentarme delante del PC a ver una película.
El inicio de The Serpent's Curse es una declaración de intenciones. Volvemos a Paris, entre buenas sensaciones potenciadas por una banda sonora que siempre resulta acertada y que acompaña el bello estilo gráfico. Los primeros síntomas de la calidad del juego nos la empieza a dar el pobre trabajo de traducción que tenemos en el español, y las terribles voces de los actores de doblaje que se sienten casi siempre fuera de personaje. En cualquier caso, es cuando nos ponemos a los mandos cuando empezamos a notar lo tosco que es jugablemente.
Broken Sword 5 confunde lo que es una jugabilidad clásica con una jugabilidad, en ocasiones, exasperante. Demasiado anticuado en cosas que no tienen que ver con la esencia del género, y que se atribuyen a limitaciones técnicas, como demuestran, por poner un ejemplo, esos momentos donde tenemos que espera a que cada personaje termine su animación para empezar a hablar. Más cuestionables y obvios son los problemas en las conversaciones, que no son capaces en muchas ocasiones de marcar adecuadamente aquellos diálogos que ya hemos completado entre una conversación y la siguiente vez que hablamos con ese personaje, produciéndose un montón de repeticiones inexplicables.
Su sistema de pistas es lo único que parece indicar que Revolution Software es consciente del año en el que está. Broken Sword 5 nos facilitará cualquier problema con una detallada guía in-game que nos previene de abusar del alt+tab para buscar la solución por internet. Desgraciadamente, ese único movimiento a favor de su contexto no es suficiente para ocultar una falta obvia de nivel en todo lo demás.
No recordaré Broken Sword 5: The Serpent's Curse por ser el juego que encauzó de nuevo la saga, sino por ser el juego que me confirma que debió quedarse en los dos primeros títulos. Este capítulo de redención es eficaz simplemente porque es difícil hacerlo peor que su tercera y cuarta parte, pero no deja de ser un producto sin alma, que funciona por chispazos de inercia. Lo que antes se recibía casi como una superproducción, ahora se siente un producto arrastrado por querer recuperar una esencia que se dejó por el camino. Aunque es a ratos disfrutable, no deja de ser un juego que no tiene grandes razones para existir más allá de intentar quitar el mal sabor de boca de su trayectoria.
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