Nunca es tarde si el juego es bueno. Hoy, Final Fantasy X me demuestra por qué es el favorito de muchos.
Suele ser complicado hacer el análisis de un juego tan grande que salió hace dos décadas. Hay que hacer un ejercicio mental para cambiar el chip y ver este tipo de juegos con los ojos de una superproducción y no desde el prisma de una vieja gloria del pasado. Además, estamos hablando de una franquicia como Final Fantasy, que por aquel entonces gozaba de una importancia capital -todavía más destacable en Occidente-, cosa que acabó perdiendo en cierta medida con el paso de los años en las siguientes entregas. Tras la explosión y la llegada al gran público de un juego como Final Fantasy VII, claro punto de inflexión, cada nuevo lanzamiento de un Final Fantasy suponía un acontecimiento. Final Fantasy X es probablemente el último gran Final Fantasy de toda esa época.
Aunque reconozco la obvia importancia de Final Fantasy VII, lo cierto es que mi favorito siempre fue el VIII. De alguna manera, este Final Fantasy X se asemeja mucho más a aquél, y se desmarca de un Final Fantasy IX con el que nunca comulgué. No me va la fantasía medieval, por lo que cada vez que un Final Fantasy se contextualiza en ese tipo de universos pierdo un poco el interés. Aquel Final Fantasy IX era un punto y aparte, un autohomenaje merecido que echaba la vista atrás y autocelebraba su propia existencia con, no nos engañemos, bastante acierto. Final Fantasy X iniciaba una decena, y además lo hacía por primera vez en Playstation 2, por lo que la ocasión de remarcar ese punto y aparte era ideal, y Square-Enix no la dejó marchar.
Algunos dirán que el verdadero punto y aparte llegaría con Final Fantasy XII, y en el fondo así es, pero la transición que ya se empieza a notar en este Final Fantasy X es lo suficientemente profunda como para dedicarle capítulo aparte. Jugablemente todavía no nos despedimos de los turnos, pero se ha ganado muchísimo en dinamismo y fluidez en unos combates mucho más apetecibles de lo que pudiera inspirar ese menú de comandos que tanto tiempo nos acompañó y que sigue presente de una forma más secundaria en los posteriores títulos. Combates clásicos, sí, con sus fanfarrias y pantallas resumen, pero para un juego que se aleja de la repetición continua para mejorar a los personajes, al menos para afrontar los desafíos que ofrece la trama principal por culpa -o gracias a- una apuesta inesperadamente lineal que acompañará en todo momento a Final Fantasy X.
Una de las novedades de estos combates es la presencia de una barra que te indica el orden exacto de los turnos en el combate. Realizar una acción u otra cambiará la posición de ese personaje en esta barra de turnos. No es lo mismo lanzarse una poción que realizar un ataque especial, y no es lo mismo atacar a un enemigo que a otro teniendo en cuenta su posición en esta barra de turnos. Es el principal componente estratégico del título, junto con el hecho de que el juego te fuerza a cambiar entre personajes en mitad de la batalla gracias a un sistema de no penalización y de cambio rápido con un simple botón. Un cambio muy ágil que, directamente, hace que en pantalla veas a tres luchadores pero que sientas que realmente estás controlando a la totalidad del grupo. Más allá de no perder el turno con el cambio, el hecho de que si un personaje no participa en la batalla no recibe nada de experiencia, deja todavía más pistas de que Square-Enix quería en todo momento dotar de presencia a todos y cada uno de los personajes, sin excepción, y olvidarse de banquillos tan presentes en otros RPG.
Terminamos de hablar de sus sistema de combate, probablemente el mejor que hemos visto en un Final Fantasy por turnos, remarcando su dinamismo y agilidad. Las transiciones entre animaciones son inmediatas, las cámaras están continuamente cambiando para dar mayor vertiginosidad al combate, las invocaciones vuelven a gozar de un especial protagonismo -no en vano la historia gira en torno a la invocadora- y se apuesta por acciones de entorno en determinadas batallas para añadir un componente adicional de, dicho pronto y mal, minipuzles. Todo destinado a enriquecer el sistema de progresión con un valiente movimiento: quitar el sistema de niveles. No tendremos niveles como tal en el juego, y sí un mapa de esferas por donde progresaremos como si de un tablero de un juego de mesa se tratara. "Subir de nivel" mediante los combates nos reporta movimientos por ese tablero, donde iremos canjeando los clásicos aumentos de vida, PM, defensa, ataque y similares además de habilidades a usar en combate. Es un sistema que sin duda funciona, y suma todavía más en esa sensación de un sistema de combate sólido y accesible.
Final Fantasy X es el primer juego de la saga en pisar Playstation 2, y eso se nota desde el primer momento. En cuanto a potencia gráfica, pocas dudas, pero en el diseño general sí que acabé un poco descontento. No me acostumbré al estilo de los personajes ni a las razas, sus vestimentas, sus decorados y su universo visual. En definitiva, no entré en ninguna de las decisiones artísticas del juego. También eché de menos grandes ciudades, sin ser esto tan grave como lo anterior. La sensación es la de que se recorren pequeñas aldeas sin ese grado de magnificencia y a veces pomposidad esperable en un Final Fantasy. Damos la bienvenida a las cámaras dinámicas en todo momento que acompañan a nuestro personaje principal, en lugar de los planos estáticos de los anteriores juegos. De hecho, a veces se pasa de dinamismo y cuesta saber las entradas y salidas, pero el minimapa que acompaña en pantalla, otra de las novedades, ayuda bastante al respecto y sirve muchas veces de pista para encontrar zonas secretas ocultadas aposta por la propia cámara. Sí que es verdad que en estos entornos puramente 3D con cámaras que se desplazan, se te va muchas veces el dedo al stick derecho para intentar controlar la cámara, y en sitios un poco más enrevesados acabas controlando a Tidus más desde el propio minimapa que desde lo que se te está mostrando en pantalla.
En cuanto a su historia y estructura, estamos ante el Final Fantasy más lineal que he jugado, y lo cierto es que lo celebré. Un juego generoso, que ofrece puntos de guardado que además curan, situados a casi cada paso que das, y que no tiene intención de hacerte perder el tiempo con tediosas mazmorras infestadas de batallas aleatorias. Su gran introducción hace que te metas al momento en la historia, y deja claro que es un Final Fantasy especialmente centrado en ella. Sigue respirando grandeza en esas escenas de vídeo donde Square-Enix sigue demostrando estar a otro nivel, y vuelve a apostar por una historia de fantasía donde lo romántico, esta vez más drama adolescente que cuento de hadas, pasa a ser protagonista. Buenos personajes, potenciados además por ese sistema de batalla donde todos son útiles, y con un protagonista principal que se aleja ya de aquellos mudos personajes de pasados Final Fantasy. Desgraciadamente, el juego me empezó a pegar el bajón más o menos a partir de la parte del desierto, y la historia acabó centrándose demasiado en la relación entre Tidus y Yuna, con la que no empaticé todo lo que el juego parece pedirte.
Cerramos el análisis mencionando el estupendo sistema de "coleccionables" que es el meterte diccionarios que te enseñan un idioma de dentro del juego para que cuando hablen puedas entender a determinados personajes, y la mención obligada a ese minijuego totalmente optativo dedicado al Blitzbol del cual caté un poco y todavía me arrepiento -que me perdonen sus admiradores-. Definitivamente nunca superamos aquel Triple Triad del Final Fantasy VIII. Por último, señalar que he jugado la versión de Game Pass para PC, la cual, enigmáticamente, ha prescindido de todos los boosters de velocidad y añadidos de la versión Remaster que salió hace unos años, lo cual paradójicamente me ha hecho valorar todavía más un sistema de batalla que al principio me daba cierta pereza, por tener que volver a los turnos, pero que se siente ágil y rápido en velocidad normal.
La única duda que tengo con Final Fantasy X es si hubiera podido convertirse en mi Final Fantasy favorito de haberlo jugado en su momento y no llegando veinte años tarde. Por sistema de combate y desarrollo de personajes desde luego tiene suficientes argumentos al respecto, dejando obsoletos casi inmediatamente los combates de todos los Final Fantasy anteriores vistos en la primera Playstation. No conecté tanto con la historia como me hubiera gustado, o como parecía que iba hacerlo cuando comenzó, pero la sensación de que es un Final Fantasy imperecedero siempre estuvo presente.
Para mi fue el último Final Fantasy. Intenté jugar a los siguientes pero ahí los tengo abandonados por no gustarme su sistema, personajes e incluso historia.
ResponderEliminarDe esta décima entrega guardo un buen recuerdo (incluso de su secuela de la cual me encanta su sistema de combate). Puedo decir que me gustó el sistema de combate porque te dejaba llevar a los personajes como tú querías dentro de su rama (aunque luego te podías escapar por el camino de los otros y hacer un popurri de habilidades).
La historia en general me encantó y aunque Tidus no era mi personaje favorito puedo decir que los personajes de FFX son los que más me han gustado.
En cuanto al tema de las ciudades poco hay que discutir ya que por trasfondo no puede haber grandes ciudades XD
Por aquellos años, los Final Fantasy eran un verdadero acontecimiento. Ahora también, a su manera, pero nada que ver. Más allá de su éxito, se pusieron de moda desde el pelotazo del VII, y los JRPG en general! xD
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