En palabras de su director, Johnny "Galvatron": "David Bowie saliendo desde Londres hacia un viaje interestelar para crear Ziggy Stardust".
Lo mejor que he podido hacer es dejar pasar considerable tiempo desde que terminé mi andadura por The Artful Escape hasta que he empezado a escribir estas líneas. Beethoven & Dinosaur bajo el sello de Annapurna Interactive nos trajo este fin de verano un juego agénero centrado en el disfrute audiovisual por encima de cualquier otra cosa, y que intenta apoyarse en un concepto que no acaba de dejar el poso que requiere. Ese poso es lo que me ha rebajado un juego que en el momento veía como algo excepcional sin comparación visual y que ahora temo que en unos cuantos meses difícil será acordarme de él.
Encarnamos a Francis Vendetti, sobrino de Johnson Vendetti, un laureado ficticio compositor de folk en la ficticia ciudad de Calypso en la no ficticia Colorado. Tras la muerte del segundo y como celebración del 20 aniversario del lanzamiento de su primer disco, todo el pueblo está esperando ver el debut de Francis que incluirá versiones de los temas de su difunto tío, pero Francis, a pesar de haberlo intentado, no encuentra en ningún momento la inspiración y de su cabeza sólo sale música rock y paisajes siderales donde el polvo de las estrellas se junta para crear notas musicales. En esta crisis creativa empieza The Artful Escape, un juego cuyo mensaje está bien traído pero que desgraciadamente podemos deducir casi al minuto de que empiece. Un viaje galáctico donde no sólo encontrar tu verdadero yo, sino también abrazarlo.
No nos vamos a detener demasiado en lo jugable, porque el juego tampoco lo hace. Avanzar con un par de saltos de vez en cuando y deslizarse por toboganes que se sincronizan con explosiones de creatividad visual en fondos que parecen wallpapers dinámicos en 4K. Las únicas veces que nos pararemos será para entablar "batallas" con, normalmente seres alienígenas, donde tendremos que replicar lo que nos van diciendo con notas musicales en lo que viene a ser un minijuego del Simon de toda la vida. Y entrecomillo lo de "batallas" porque realmente estas conversaciones son alineaciones de sintonía, por decirlo de alguna manera estrambótica, con la criatura ante ti. Duelos musicales que no buscan eliminar al contrario, ni ser mejor que él, sino encontrar esa zona que os conecte a los dos para ofrecer un espectáculo audiovisual digno de recuerdo. Esta especie de cópulas astronómicas acaban siendo los momentos verdaderamente álgidos del juego, que con un fin de fiesta apoteósico otorgan una satisfacción inmediata muy placentera, pero que con el paso de los días va quedándose en esa visita a un museo de arte espectacular pero donde no aprendiste demasiado.
Quizá gran parte de culpa de que The Artful Escape no llegue a ser todo lo prominente que sentía que era mientras lo jugaba es la existencia de un juego como Genesis Noir, lanzado también este mismo año y con el cual tiene una relación muy clara. Juegos donde miras más que juegas, apoyados en despliegues audiovisuales aunque en este caso con una estética tremendamente opuesta -un blanco y negro vectorial minimalista frente a un despliegue de color y de estímulos infinito-, con elementos cósmicos de por medio y la música como acompañante en todo momento, aunque Genesis Noir tiraba hacia la astronomía e incluso lo didáctico como elemento recurrente y The Artful Escape se iba hacia la música y la plasticidad. Ciencia contra arte, donde en este caso gana la ciencia de Genesis Noir a pesar de que como juego tenía bastantes más carencias. Es su poso lo que perdura todavía, mientras escribo estas líneas, frente a un The Artful Escape que se me está disipando demasiado rápido.
Este análisis se ha centrado en las cosas que no acaban de tener la resonancia esperada porque lo que sí funciona queda obvio en un vistazo. Sin duda es un juego que recomiendo a todo el mundo, con especial a ese nicho de amantes de guitarristas hijos de la carrera espacial víctimas de su tiempo que llegó hasta a dar el nacimiento del space rock, llevando la psicodelia y el cosmos a un matrimonio oficiado por las guitarras eléctricas. The Artful Escape es Brian May y David Bowie, pero también es tu yo interior queriendo explotar y mostrarse como es realmente, con independencia de lo que todos los demás piensen al respecto. Es un canto de libertad individual, y eso siempre está bien.
Que bien escribes <3
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