Es recomendable leer los capítulos anteriores del Diario de un Desnudo.
Rust es un juego duro de por sí, y no os quiero decir jugándolo solo. Me metí por mi cuenta a un servidor español, de unos 40 jugadores más o menos. No quería dar el salto a algo más grande porque iba a jugar solo y ya me sentía en desventaja. La idea era probar el Rust verdadero, sin grandes ambiciones. Ensayé un par de casas antes de cambiar de servidor y tenía en mente un plan de supervivencia.
Me fui a la nieve, morí unas cuantas veces de frío antes de conseguir lo que me proponía, una simple casa de 1x2 donde hubiera sitio para un hornito, unas cuatro o cinco cajas, el saco y una hoguera. Sobrevivir allí, en esa casa tan básica hasta que tuviera materiales suficientes para hacerme una casa de verdad. La idea final era una 3x4 con tres pisos pero con el segundo piso inexistente, de manera que fuera inalcanzable para todo aquel que no tuviera permiso del armario. No llegué a hacerlo porque eso fue bastante duro y me desanimé un poco cuando vi que la gente iba en clanes y en cuanto me hiciera una casa grande la iban a asaltar. Mi supervivencia allí no fue mala, aguanté bastante hasta que finalmente decidí mudarme de servidor. Era un servidor de la comunidad, y en el chat podía comprobar cómo la gente era baneada sin ninguna razón más que haber asaltado una casa de un administrador. Nada recomendable.
Pero en ese servidor nació una de las historias más graciosas que he vivido en Rust. Estaba yo cortando leña cuando una lluvia de balas cayó sobre mí. Un tipo armado hasta los dientes me había matado, pero me levantó rápidamente y se disculpó. "Sólo quería madera, lo siento". Se llevó mi madera y se marchó, aunque al minuto volvió para hablar conmigo: "¿Estás solo? No tengo muchas cosas pero si quieres podemos unirnos, tengo la casa ahí abajo cerca de la playa". Dije que sí, porque lo de sobrevivir solo en Rust no tiene casi sentido. Le acompañé hasta la casa y allí me abrió las puertas. Las cerró después para que nadie entrara.
"Agrégame a Steam que te paso el código de la puerta".
"Agrégame a Steam que te paso el código de la puerta".
Iba yo de camino a agregarle cuando un mensaje del servidor aparece. "El usuario ha sido baneado". Mi recién conocido amigo había sido expulsado del servidor, sin razón aparente -pregunté pero no obtuve respuesta- y no podía volver a entrar. Para colmo, no aceptaba mi invitación de Steam. Se ve que al ser baneado se desentendió y ya pasó de todo. En cualquier caso, lo que nos importa, es que quedé encerrado dentro de su casa sin saber el código de la puerta. Pensé que todo había sido una trampa, pero no tenía sentido porque estaba dentro de la habitación del loot. Allí habían picos, hachas, fragmentos, azufre y todo lo que te pudiera caber en una casa de 3x3. Su propio cuerpo seguía allí. Así que empecé a enchufar hornos y a fabricar metal, y empecé a aporrear una pared de piedra con picos para intentar salir. Si habéis jugado a Rust sabréis lo jodido de tirar una pared de piedra con picos. La gesta me llevó casi media hora, y agoté absolutamente todos los recursos de metal para fabricar picos de la casa, además de los demás objetos para melee que allí había. El último pico, para hacerlo más épico, fue el que consiguió derribar el muro. Si no hubiera ocurrido no hubiera podido salir. Abandoné el lugar con un montón de cosas, armas y cosas potentes que jamás esperaba encontrar por mi cuenta.
De todas formas, no encontraba mucho sentido a seguir jugando. La cantidad de jugadores en clanes era muy grande, y era imposible hacer gran cosa más allá de rezar porque nadie se parara a tirar tu cubo. Fue entonces cuando, investigando, descubrí los servidores Solo/Duo/Trio. Emocionado se lo comenté a mis amigos y conseguí que volviéramos a jugar al Rust durante al menos un día, para volver a encontrar aburrimiento en sus rostros -virtuales-. La idea de jugar para asaltar a la gente no convencía, y yo ante eso no podía luchar demasiado. Repetimos un poco ese día la estrategia de crearnos un cubo enano antes de una casa bien grande y poco más, aunque dio para momentos verdaderamente graciosos cuando uno de mis amigos fue campeado por un oso que le esperaba en la puerta de su casa y que le llegó a matar así unas tres o cuatro veces. Bueno, quizá a él no le hizo tanta gracia. En cualquier caso, llegó el wipe justo ahí ya que en ese tipo de servidores el wipe era semanal, y Rust volvió a morir en los corazones de mis amigos.
Estaba solo de nuevo ante la siguiente semana, y quería de una vez por todas jugar al Rust de verdad. Lo conseguí, pero eso es ya carne para otro capítulo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario