Lo que el género necesita.
Si nadie lo remedia -estoy mirando a los ojos tanto de Silent Hill f como de Cronos: The New Dawn-, raro será que Karma: The Dark World no sea el juego de terror del año. Vale, aquí hay trampa, porque decir que el juego de Pollard Studio LLC es de terror es como decir, por poner alguno, que Silent Hill es un juego de acción. Teniendo en cuenta cómo está el género y lo inesperado de este título, que ha llegado un poco de la nada de la mano de Wired Productions -una editora a seguir, sin duda-, no me cuesta nada decir que necesito más experiencias del nivel de Karma: The Dark World.
Porque he jugado ya suficientes walking simulator de terror como para estar bastante hastiado de todo esto. Mi relación con el terror es prácticamente tóxica desde hace tiempo, y ya lo he dicho en más de una ocasión: cuanto más terror consumes más te inmunizas frente a él, y llega un punto en el que buscas por activa y por pasiva algo que te vuelva a producir sensaciones ya olvidadas, volver a sentir el terror. Como esto ya es una utopía cuando te has tragado prácticamente todo lo potable, celebras como si fuera una Champions League en el último minuto que un juego del género te haga sentir cosas, incluso cuando están tan alejadas en forma y efecto del terror.
Karma: The Dark World es una demostración de que somos conformistas con lo que tenemos delante y no nos paramos a apreciar verdaderos hitos del género. Creo, sin siquiera dudar, que Karma: The Dark World no va a tener tanta repercusión como para ser un antes y un después, pero objetivamente, con lo que he tenido delante de mí, sí que creo que lo es. Desde sus propias influencias y referencias uno acaba por sentir que está ante algo especial. Desde las obvias, como Blade Runner o1984, hasta otras más sutiles, donde si nos vamos al terror yo tuve sensaciones cercanas a ese Layers of Fear (Bloober Team, 2016) que tanto defendí en su momento. Estas referencias no van tanto por el tipo de miedo, sino por todo lo demás. Sin embargo, hay un título que me vino reiteradamente a la cabeza conforme pasaban los minutos, y ese título era probablemente el último que podría imaginarme al presionar el botón de empezar partida.
What Remains of the Dark World
Karma: The Dark World es algo así como What Remains of Edith Finch (Giant Sparrow, 2017) para el terror. Un compendio de historias contadas narradas de diversas maneras, donde lo bello y lo terrorífico se dan la mano en todo momento. Basta con escuchar la sobresaliente banda sonora compuesta por Geng Li para hacerse una idea de la verdadera propuesta que vas a encontrar en el juego de Pollard Studio LLC. El torrente de sentimientos y, sobre todo, un buen gusto absolutamente inusual en este tipo de producciones y, porque no decirlo, género, me dejaron directamente boquiabierto en más de una ocasión. Puedo decir, sin miedo a sentir que exagero, que Karma: The Dark World tiene algunas de las imágenes más preciosas que he visto nunca en un videojuego, con una sensibilidad y una presentación dignas de un estudio de enorme presupuesto, tal y como pasa tanto con su apartado técnico como, sobre todo, por el tremendo trabajo de interpretación detrás.
Es, sin duda, el factor sorpresa, una de las principales armas de este juego. Quizá si vais ahora a jugarlo, una vez avisados con este análisis, el efecto quede diluido, pero haber llegado a este juego sin estar preparado para lo que venía, ha sido una de las experiencias más placenteras que he tenido en los últimos tiempos, incluso cuando no he estado a la altura del juego.
La maldición del streamer
Y es que he roto el juego. Sí, no he estado a la altura de lo que había en pantalla, porque he sufrido la maldición del streamer. Vamos a atacar esto con sinceridad: hay muy pocos juegos que sean mejores jugados en streaming que en la tranquilidad y soledad de tu habitación, y Karma: The Dark World ha sido un claro ejemplo para mí. Al final, ya veis que estoy hablando maravillas del juego, y sinceramente, veo difícil hablar todavía mejor del juego con la lluvia de piropos que le llevo tirados, pero una parte de mí, sobre todo cuando jugaba, sentía que lo estaba masacrando. Sí que es verdad que el reposo que le he dejado le ha sentado fenomenal, y creo que he conseguido equilibrar ese punto de injusticia que sentía para con el juego, pero con todo y con eso, no puedo evitar sentir que, de alguna manera, he dejado pasar un tren que pasa demasiadas pocas veces.
Mi forma de jugarlo ha sido prácticamente errónea. Primero, porque un juego así, en tu casa y con auriculares de noche y con toda la atención puesta en él es como debería jugarse, y no leyendo un chat o hablando en voz alta mientras iban pasando los acontecimientos. Segundo, y probablemente lo más importante, porque mi vida va al ritmo que va y he jugado a Karma: The Dark World en tan solo cuatro tandas... separadas a lo largo de más de un mes. Si bien conseguí seguir el hilo argumental, no podía más que sentir que había estropeado el juego cuando ni siquiera pide más de seis horas.
No dudaré en volver al juego, puede que hacia final de año cuando me plantee los nominados a GOTY 2025. A día de hoy, veo difícil que esta proeza del género se quede fuera. Karma: The Dark World decepcionará a aquellos que busquen terror, pero para los que estamos colmados de este tipo de producciones, supone el soplo de aire más fresco de los últimos años. No lo dejéis pasar por nada del mundo.
Copia de prensa proporcionada por Wired Productions.
No hay comentarios :
Publicar un comentario