Requisitos mínimos: buenos auriculares.
Supongo que haber estado oyendo durante estos años lo bueno que es Sayonara Wild Hearts no le ha hecho demasiado favor. Simogo, con Annapurna Interactive de por medio, nos trae una especie de álbum pop interactivo, que mezcla el juego rítmico musical con una vena claramente arcade, que nos invita a completar el juego en una sola sentada, cosa que enfatiza esa idea de sentarse a escuchar un disco.
Estamos ante un juego fácil de definir en lo jugable, pero difícil de plasmar en todo lo demás. Dividido en niveles como si fueran las pistas de un álbum, Sayonara Wild Hearts apuesta por, simplemente, invitarte a moverte de izquierda a derecha eligiendo el carril correcto para conseguir la máxima puntuación posible, con el objetivo de alcanzar la medalla más alta -bronce, plata u oro-. Entre medias, fragmentos de QTE sincronizados con la música, y un despliegue audiovisual muy efectista que se potencia con continuas idas y venidas de cámara y perspectiva. Todos estos artificios impactan negativamente en la jugabilidad, en lo que es un sacrificio claro en favor de la espectacularidad. Honestamente, no me voy a quejar de ello.
Tengo algún que otro problema con Sayonara Wild Hearts, más allá de ser un juego al que probablemente he llegado un poco tarde. De alguna manera, para estos títulos tan enrevesados visualmente, prefiero una apuesta más simple. En el juego de Simogo, nos desplazamos con mera libertad a lo largo de las autopistas/caminos por las que vamos avanzando a gran velocidad. Hubiera preferido una apuesta por usar el desplazamiento rígido, eligiendo simplemente el carril, lo cual hubiera ayudado a la hora de combatir esas perspectivas tan cambiantes a lo largo de cada nivel. Sentí, en todo momento, que prácticamente cada fallo que tuve a la hora de coger items se debía a un cuestión de perspectiva y no tanto de reflejos para posicionarse adecuadamente.
La apuesta visual de Simogo es clara y directa, tanto como sus continuas referencias. Rodeado en un aura de emotiva felicidad y acompañado por un pop electrónico adecuado para su duración pero cargante para ir más allá, estamos ante uno de los mejores títulos en su campo, gracias a esta capa extra de chapa y pintura capitaneada por el diseño y no tanto por sus recursos jugables. Imposible que no guste, pero, en mi caso, lejos de ser memorable.
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