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8 nov 2019

WOLFENSTEIN: THE NEW ORDER - EL PODER DE LA CARNE

Nazis y armas a dos manos, buena combinación. Elegido por Atreides en el ultimo ¿A Qué Juego Quieres que Juegue? Gold Edition #3.






Machine Games se alía con una Bethesda empeñada en traer de vuelta grandes nombres de los FPS más condicionantes de los últimos tiempos como hiciera posteriormente con Doom (2016) y, de manera distinta, Prey (2017). Wolfenstein: New Order es la primera entrega de una saga que funciona como reboot y que aportaría dos títulos principales, dos spin offs y un juego VR mientras escribo estas líneas. Cinco juegos en cinco años que han hecho que, más que ayudar, se pierda un poco la chispa de este Wolfenstein primigenio.


Las comparaciones de este análisis van a ir más hacia Doom (2016) que hacia la propia saga Wolfenstein. Esto es, entre otras cosas, porque tengo a Doom como el mejor FPS que se ha hecho jamás, y sirve como pieza angular para explicar dónde Wolfenstein cojea y dónde no.




Si vuestras pretensiones son las de matar nazis, estáis de enhorabuena. En The New Order tenéis un arsenal -algo reducido- para arrasar con cualquier ser que presente una esvástica en pantalla, y además de manera doble, ya que no tardaras en empuñar dos armas a la vez. Click izquierdo y derecho para disparar con ambas armas equipadas. Tu sueño de ir pegando escopetazos dobles que hacen volar miembros hecho realidad. La carne fresca al servicio del placer.


Pero esto de la doble arma que suena tan interesante se viene un poco abajo cuando toca gestionar un poco los controles. Sí, un click cada arma, pero luego cada una de ellas tiene distintos modos de disparo, y la interfaz tampoco es demasiado amigable. Al final acabas teniendo una amalgama de controles que cambian en función de si estás con dos armas encima o con una. Además, no nos engañemos, no se ve bien con dos cañones del tamaño de tu cabeza en pantalla. En definitiva, el sueño húmedo de la doble arma es bastante efectista, pero teniendo todo eso en cuenta, y sobre todo el hecho de que no hay gran diferencia en cuanto a efectividad -eres una máquina de matar hasta con una sola pistolita-, hacen que esto de la doble arma sea más un reclamo de contracarátula que algo realmente necesario.


Double the gun, double the fun


Y es que la acción en The New Order tiene sus problemas, y cuando estás analizando un FPS es una losa muy grande. Los primeros niveles te arrojan nazis en pantalla a los que disparar. Piernas vuelan, medios cuerpos caen, los pasillos se tiñen con sangre bien roja y B.J. Blazkowicz se da un muy reconfortante homenaje con muertes creativas gracias a su buena movilidad. Sin embargo, Wolfenstein se "mecaniza", y lo que antes era carne ahora son armaduras, enemigos metálicos y la sensación de que estás disparando objetos y no humanos. La sangre deja su lugar y se reemplaza por chispas y chatarra. Llamadme loco, violento o lo que queráis, pero entre pegarle un escopetazo a una chapa y pegárselo a un cuerpo, lo tengo muy claro. Doom era más orgánico, y ya sólo por eso la sensación al disparar era mucho más satisfactoria. Todo esto acaba en un pasaje final en Wolfenstein bastante malo, donde Blazkowicz deja de ser esa máquina de matar para convertirse en un cachorrito ante enemigos con titánicas armaduras. No en vano la batalla contra el jefe final está considerada una de las peores en los últimos tiempos. Llevan razón.


Si buscáis opiniones sobre Doom de 2016, veréis que, entre alabanzas y amor se encuentra algún reducto de jugadores que no disfrutaron tanto del juego, a los cuales hasta puedo llegar a entender. "Doom es una sucesión de hordas". Así es. Por mucho que el juego de la sensación de un mega AAA y de que como FPS no tenga rival, la estructura de Doom es tan simple como entrar en una zona, ver spawnear a los enemigos e ir acabando con ellos entre sonrisas maquiavélicas. Existía un hilo argumental, pero Doom estaba más cerca de Painkiller que de cualquier otro videojuego.




Aquí es donde Wolfenstein: The New Order encuentra su hueco. Todos aquellos que le pedían a Doom más chicha, más estructura de juego y no una sucesión de matanzas, verán a Wolfenstein: The New Order como un mejor juego en detrimento de su gunplay. Les compensa más una historia mucho más cuidada, una progresión argumental y más variedad de situaciones, y es que no es para menos porque si bien de primeras The New Order parece un shooter descerebrado, pronto verás que hay un verdadero esfuerzo por contar una historia, y por crear un personaje, el de Blazkowicz, que resume a la perfección cómo debe ser un personaje de un juego de acción moderno sin que parezca una parodia del cine de acción de los años 80.


The New Order te dejará secuencias difíciles de olvidar. Mientras que cuando pienso en Doom se me vienen a la mente escenas de muerte y destrucción, pensar en Wolfenstein: The New Order me traslada a una de las conversaciones más tensas que he tenido en un tren, a partes de sigilo bastante eficientes y a enemigos tremendamente carismáticos. Todo orientado a crear saga o universo. A mí me pesa mucho más la diversión de Doom más pura, pero entiendo el otro punto de vista.



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