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27 nov 2020

HALO 3: ODST - LA RAREZA DE BUNGIE

Lo fácil era alargar el chicle. Tras el increíble Halo 3, Bungie Studios lo tenía bastante fácil para afrontar este spin off. Únicamente con repetir fórmula hubiéramos tenido un juego mayúsculo, un juego que hubiera agradado a propios y extraños y que tan sólo hubiera presentado síntomas de agotamiento. Hubiera valido hacerlo simplemente más grande aunque no mejor. Afortunadamente, Bungie parece aprovecharse del hecho de salirse de la numeración de la saga y recoge el aroma a spin off con encanto, para ofrecer el que es, hasta la fecha, el Halo más experimental.


Halo 3: ODST empieza definiéndose más por las ausencias que por las novedades. Adiós a las dobles pistolas. Adiós, salvo algunas pequeñas excepciones, a las grandes batallas que enfrentan ejércitos y razas alienígenas donde eres un mero espectador y donde Bungie se lo pasa pipa poniendo gente y vehículos por un mapeado relativamente grande para ver cómo interactúan como si de una prueba de IA se tratase. Adiós a tu escudo, reemplazado por una barra de vida y un indicador de resistencia al dolor. Adiós al Jefe Maestro y a enemigos icónicos de la saga. En definitiva, adiós a muchas de las señas que han ido acompañando con éxito a Halo durante sus anteriores entregas de la saga principal.

Este golpe inicial se supera pronto, y es cuando empiezas a ver las virtudes y la valentía de este ODST, y ya os digo yo que acabaréis pasando del "meh" a agradecerle a Bungie esta rareza dentro de la saga Halo. Hay decisiones equivocadas, como un deficiente visor que pone un filtro que no deja ver los gráficos en todo su esplendor a cambio de marcarte los enemigos, objetos y aliados del mapa -acaba siendo prescindible y sólo es una excusa para moverte en la oscuridad-, pero por lo general, las apuestas por un Halo más terrenal salen bien. Empiezas a ver que los tutoriales te van llevando a menús de navegación con mapas que marcan objetivos, y que afrontan los niveles de una manera poco tradicional. A ver, no nos equivoquemos, esto sigue siendo un shooter consolero, pensado para disparar desde la cadera con un generoso apuntado y que va desde el punto A al punto B por mucho que lo haga de una manera diferente y dé énfasis a la brújula. Ya el hecho de que exista un nivel que funcione casi como HUB central, centrado en las calles de una arrasada Nueva Mombasa en África, desde donde iremos accediendo a los distintos niveles a modo de flashbacks tras recoger piezas de equipo que funcionan como mementos, dan un carácter único al juego. El llegar hasta estas piezas implicará pequeñas escaramuzas con las patrullas enemigas restantes, pero siempre desde un minimalismo acompañado por una extremadamente inesperada banda sonora que se mueve entre notas y compases de jazz. Sinceramente, lo último que esperaba en un Halo era escuchar jazz en mitad de la noche de una ciudad arrasada mientras me dirijo al siguiente objetivo.

Y así, se va sucediendo este Halo 3: ODST. Los niveles principales se componen de pequeños relatos de guerra y ofrecen situaciones contenidas. Para todo lo demás ya existe Halo 3, y aunque esto suene extraño es una buena noticia. El minimalismo le sienta muy bien, y aunque nunca se quita el tufo a spin off, a juego menor, el juego deja claro que lo es porque quiere serlo y no porque no pueda ser otra cosa. Menos arcade, más encantador, más candidato a juego de culto que a blockbuster.

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