Una de las más grandes sorpresas que he tenido en mucho tiempo en el mundo de los videojuegos, donde cada vez es más difícil pillarme a contrapié.
Ghostwire: Tokyo es un juego que pasó tremendamente desapercibido en su lanzamiento en PS5 y PC. Tal y como pasó con Deathloop (Arkane Studios, 2021), Ghostwire: Tokyo es un juego que pilló a medio camino en la adquisición de Bethesda por parte de Microsoft, llevando a la extraña situación de tener en exclusiva -en consolas- un juego para PlayStation 5 que era en realidad propiedad de Xbox. Tras finalizar los acuerdos de exclusividad con Sony, el juego llegó a Xbox con una nueva actualización que entregaba de manera gratuita contenido adicional, y que se ponía a tiro para muchos jugadores al ser incluido en el sistema de suscripción Game Pass, donde también apareció en PC -motivo por el que hoy tenemos este texto-. Sin muchas esperanzas, debido a las críticas tibias que recibió el título en su día y a las impresiones que tuve con los traileres en su momento, y sinceramente, contando los días para poder estrenar The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, empecé a jugar a este Ghostwire: Tokyo que, como ya he adelantado, tanto me ha sorprendido.
Tango Gameworks (The Evil Within, Hi-Fi Rush) es uno de los estudios más en forma y que más ilusión me despierta últimamente. Con sus titulos han demostrado, incluso con aquellos con los que no he conectado, que son un estudio tremendamente versátil, capaz de no encasillarse en ningún género. El survival horror de cámara al hombro de los Evil Within, la acción en primera persona de mundo abierto del Ghostwire: Tokyo que nos ocupa hoy, y el hack 'n slash del más reciente Hi-Fi Rush, nos hacen ver que estamos ante un estudio que quiere salirse de su zona de confort, como bien parece demostrar también, de ser ciertos los rumores, el hecho de que el próximo título del estudio va a ser un JRPG.
En el caso que nos ocupa hoy, probablemente la conferencia protagonizada por Ikumi Nakamura en aquel E3 de 2019 dentro del espacio de Bethesda tuvo más repercusión que la salida del propio Ghostwire: Tokyo. Es curioso como la figura de la creativa ha quedado tan ligada a este título, cuando la misma acabó abandonando el proyecto poco tiempo después para fundar su propio estudio. Por su parte, Shinji Mikami sí que continuó en su figura de productor ejecutivo para Ghostwire Tokyo, tal y como hiciera en la secuela de Evil Within y en el propio Hi-Fi Rush, antes de anunciar su abandono de Tango Gameworks.
Nos estamos parando mucho en el contexto de Ghostwire: Tokyo porque me parece particularmente interesante para entender su evolución, o mejor dicho, su discreto éxito comercial. De alguna manera, mi cabeza está intentando, voluntariamente o no, intentar encontrar razones por las que no se ha valorado más este juego. Reconozco que soy el primero que se sintió atraído por lo spooky, que diría Nakamura, del título, y que pronto me bajé del barco al comprobar que estábamos ante un juego más de acción y sigilo, lleno de brillos y artificios para intentar maquillar una jugabilidad un tanto arcaica, que me hacía ver Ghostwire: Tokyo como un hijo de Kinect o cualquier paquete de realidad virtual.
Ghostwire: Tokyo es un buen juego pero un no tan buen mundo abierto. Me pregunto todavía si una experiencia lineal me hubiera gustado más o no, al igual que tengo claro que una apuesta por algo que no fuera la primera persona hubiera sido un craso error. Estamos ante un juego cargado de personalidad, una personalidad que no se percibe en los primeros compases pero que pronto acaba encontrando su sitio, donde el llamado arte del kuji-kiri -mover las manos para realizar determinadas acciones- sirve como principal excusa para plantar una especie de FPS -dicho pronto y mal- con fases de sigilo donde tendremos que lidiar con, básicamente, espectros provenientes de las culturas y creencias niponas.
Esta base sirve de punto de partida para convertir Ghostwire: Tokyo en una delicia para los amantes de la cultura japonesa, y más concretamente del folclore fantasmal con todo el reparto de yokai que tan atractivo y a la vez desconocido resulta para occidente. Apoyándose en esto, el juego de Tango le da una capa adicional de cultura y sociología japonesa, deteniéndose en detalladas descripciones de barrios y zonas de interés de Tokyo, parándose en alimentos tradicionales que forman parte del conglomerado cultural de Japón. Hay una extraña predisposición a enseñar al jugador mucho de una cultura un tanto hermética, reservada y a veces umbilical, desde un punto de vista que mezcla con sapiencia orgullo y voluntad de compartirla.
Lo que tenemos, pues, es un mundo abierto que nos presenta un Tokyo fantasmal, y del que ahora entendemos a la perfección el spooky de Nakamura durante su presentación. Es un juego que no sobrepasa nunca la barrera del terror, pero sí que se mueve en lo fantasmagórico desde un punto de vista, como hemos dicho, cultural. No se infantiliza, pero sí que puedes pensar en todo esto como un GeGeGe no Kitaro , de Shigeru Mizuki, solo que para adultos, y donde se apuesta más por la acción que por cualquier otro tipo de sentimiento, a pesar de que se nota el paso de Tango por The Evil Within al presentar algunas partes donde, mediante llamativos artificios visuales ligados a la historia principal, se consigue inquietar al jugador.
Jugablemente no estamos ante un jugo notable, pero sí acertado. Un mundo abierto con una movilidad generosa, sin llegar a ser un juego de parkour, donde podemos afrontar las situaciones en combates directos que incluyen esquivas y parrys, o mediante una aproximación más sigilosa. Ninguna de estas mecánicas es revolucionaria, más bien todo lo contrario, pero la cantidad de estímulos visuales y auditivos convirtieron estos combates en situaciones aceptables, al menos para lo que esperaba. La lluvia de coleccionables, eso sí, elevan artificialmente un número de horas que, en su historia principal, son un tanto reducidas para un mundo abierto, convirtiendo a Ghostwire: Tokyo en una experiencia más concisa de lo que Tango realmente parece querer mostrar en su amplio mapeado.
La conclusión es bastante directa. Si sientes atracción por esta ambientación, y tienes especial interés en la cultura japonesa, Ghostwire: Tokyo te va a entregar ese plus que me dio a mí. Si por el contrario buscas un buen juego de acción, o sigilo, pero no te dice nada todo esto de caminar bajo la lluvia torrencial por el cruce de una Shibuya completamente fantasmal -literal-, o ir cada cinco minutos al códice para que te cuenten el relato del fantasma que acabas de vencer, probablemente tienes ante ti mejores opciones.
#elmejormod
ResponderEliminarDa la cara que te bese!
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