The Legend of Zelda: Breath of the Wild se cobra su primera víctima.
He jugado a The Legend of Zelda: Breath of the Wild. He tardado lo mío, porque nunca pude meter mano a la Nintendo Switch, pero por fin he cerrado una de mis más importantes lagunas videojueguiles. Ya tenéis el análisis del juego disponible, pero hoy no hablamos de eso, sino de sus víctimas.
Soy víctima del efecto Breath of the Wild. Este efecto varía en función de cada tipo de jugador. Están los que lo consideran obra maestra, a los cuales Breath of the Wild directamente les ha roto para varios años directamente el mundo de los videojuegos, y estamos, y aquí me incluyo, los que hemos sentido esa grandeza, pero se nos han roto únicamente los mundos abiertos. Sí, no lo vamos a negar, existe un porcentaje de jugadores que no han sentido esa pasión por el último título de la saga principal de The Legend of Zelda, y si os soy sincero, estoy mucho más cerca de estos de lo que quizá me apetece reconocer. En cualquier caso, todo esto fue material para el análisis, y lo que nos ocupa hoy gira en torno al gran afectado de mis andanzas por las tierras de Hyrule.
Lo cierto es que fui listo, y nada más terminar Breath of the Wild me dediqué a buscar un juego que me apeteciera mucho, pero que fuera corto y directo, sin grandes complicaciones. Lost in Random (Zoink, 2021) era el candidato ideal, que cumplía todos esos requisitos y al que además se le sumaba el hecho de que había recibido críticas un tanto desalentadoras que habían eliminado cualquier tipo de expectativa que tuviera sobre el juego. Acerté de pleno, y siempre quedará marcado dentro de mí como "ese juego crítico que juegas después de Breath of the Wild".
Tras sentir que podía recuperarme, la cosa se torció en exceso. Tras completar el anterior juego, di el salto a un mundo abierto que, por circunstancias -un amoroso regalo-, me pareció un buen paso adelante a la hora de recuperar la normalidad. Error, porque quizá cogí el mundo abierto más insípido de los últimos años. Days Gone (Bend Studio, 2019) tiene ese atractivo para un PCero como yo, de poder jugar, tras la enorme sequía de años, a un título de los exclusivos de PlayStation. Pensaba que ese encanto, unido a la curiosidad que me generaba uno de los juegos que más ha dividido la comunidad en los últimos tiempos, podía tener algo que decir a la hora de continuar con mi vuelta a la normalidad
Estaba equivocado.
No es problema de Days Gone, al que seguro que volveré a no mucho tardar. Sí, esto es el "no eres tú, soy yo", pero hacía tiempo que no me sentía tan vacío jugando a un juego, y si bien no me acordé mucho de Breath of the Wild jugando a Lost in Random, sí que lo hacía a cada paso en Days Gone. La sensación de que todo estaba vacío, de que tenía delante de mí un mapa abierto pero no un mundo abierto, me hicieron sentir que estaba involucionando, que estaba yéndome varios años atrás en el mundo de los videojuegos. Antes de hacerme más daño, decidí cancelar mi partida al Days Gone y regresar a él en el futuro, porque ahora mismo, creo que ningún mundo abierto que juegue puede darme la normalidad que busco tras haber jugado a Breath of the Wild.
Así pues, si tenéis curiosidad, sabed que... ¡he empezado otro mundo abierto! Bueno, realmente esto es trampa, porque lo que he hecho ha sido irme a mi zona de confort. He empezado Yakuza 3, que por lo menos sé perfectamente lo que me puede dar y raro será que Breath of the Wild me estropee también la que puede ser mi saga predilecta de las últimas décadas. A golpe de mahjong ya sabéis que lo arreglo todo.
Y vosotros, ¿habéis sufrido el post-Breath of the Wild? ¿Aplicasteis alguna terapia? Yo sigo intentando arreglarme los mundos abiertos, pero me temo que será difícil no sentir que estoy jugando a cosas del pasado.
Yo llevo con el síndrome pre-breath of the Wild desde 2017, lo tengo en wiiu pero ahí está, pendiente de ser jugado ese juego del que todo el mundo habla.
ResponderEliminarPues igual pasas por todas las etapas, el pre, el durante y el post xDD. Juégalo hombre! Necesito tu opinión.
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