Por si no os acordáis estrené hace tiempo una sección llamada Momentos Emotivos de Videojuegos que de momento solo ha tenido una entrada. No hace falta decir que esta sección es un gran spoiler que debéis obviar si tenéis intención de jugar a los juegos que por aquí aparecen. De hecho el objetivo de poner el juego del que voy a hablar en el título no es ni más ni menos que deis media vuelta y os vayáis a otra cosa si no os conviene leerlo.
Arkham City es un grandioso juego, como demuestran algunos premios que ganó en mis Premios Raúl Minero. Un más que digno sucesor de Arkham Asylum, más grande y con más cosas por hacer aunque la mecánica era la misma. No obstante, la historia fue lo que realmente metía una marcha más a una saga que es de las mejores de la presente generación. La relación entre el Joker y Batman es durante todo el juego el principal motor emotivo, y aunque siempre hemos visto esa indescifrable relación en mil sitios es en Arkham City donde traspasa la pantalla.
Todo esto tiene un punto culmen, y ese punto es el necesario final. La muerte del Joker es inesperada, porque de alguna forma el Joker no puede nunca morir, pero a la misma vez es indispensable para arrojar la historia y sobre todo la implicación del jugador hacia una línea más épica. Probablemente el 80% de los que hayan jugado Arkham Asylum y Arkham City no se han parado a sentirse Batman, hasta que llega ese momento. Sí, te sentías Batman porque el sistema de juego te permitía sentirte una máquina de apalear matones, pero no te sentías Batman en el sentido más literal de la palabra. Con la muerte del Joker, sientes una amargura especial, también una amargura muy empujada por la excelente ambientación, pero al fin y al cabo un sentimiento parecido al que podías tener cuando se te muere una novia que amabas en un videojuego.
Así, recordar Arkham City es recordar también ese momento en el que todo se vuelve tan tétrico y oscuro. Ese momento con un sentimiento de negatividad interno tan tremendo que eclipsa de alguna manera todas las buenas sensaciones del título. No digo que el final sea malo, ni mucho menos, digo que el final te deja algo tocado emocionalmente, y eso es lo último que esperabas cuando empiezas a jugar a Batman: Arkham City. Si los títulos de crédito no te parecen tétricos, incluso sin haberlo jugado ni vivido, es que tenemos una definición muy distinta de ese concepto.
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