Comprobamos si el remake de uno de los títulos más importantes de la historia de los videojuegos está a la altura. Desde luego, la empresa no es sencilla.
Si estás en ese grupo de gente marcado por Final Fantasy VII, probablemente el "combate" más difícil será el de salir del menú principal. Esa espada iluminada entre la oscuridad que te da la bienvenida con una música para la historia es un lugar donde podrías a quedarte a vivir eternamente. Presionas el botón de comenzar partida y crees haber ganado, pero tu batalla contra la nostalgia no ha hecho más que empezar. Aeris en el primer plano en la introducción, que calca 1:1 del original, dejando paso a los primeros compases de esa Bombing Mission de Nobuo Uematsu acompañando a la pirueta de Cloud para bajarse del tren y empezar a perpetrar el ataque eco-terrorista, en una secuencia que no distingue gráficos entre vídeo y gameplay, es todo lo que necesitas para que los pelos se te salten de todo el cuerpo como si de las espinas de Cactilio se tratase.
Estas sensaciones son muy fuertes al principio, y haces verdaderos esfuerzos por intentar mantener la objetividad, pero el bombardeo emocional y nostálgico no ha hecho más que empezar. Porque los que jugamos a Final Fantasy VII original (Square, 1997) le echábamos un fuerte componente de ficción e imaginación a lo que teníamos en pantalla. Ese amasijo de polígonos y su lluvia de renderizados exigían un sobreesfuerzo por parte del jugador, y lo que en pantalla no eran más que combates por turnos de animaciones prefijadas, en nuestra mente eran verdaderas secuencias de acción llenas de florituras y momentos épicos. Así, Final Fantasy VII se convertía no sólo en un éxito de ventas, sino en una de las razones por las que hoy en día Sony PlayStation está donde está. Uno de esos juegos que, por méritos propios o por carambolas del destino -más lo segundo-, cambiaron junto a otros factores el paradigma de los videojuegos.
No voy a andarme con muchos rodeos, Final Fantasy VII Remake es un juego que ha coqueteado con el sobresaliente -ya sabéis la exigencia que me traigo para las puntuaciones- en muchos momentos. A pesar de intentar mantener la cabeza fría e intentar verlo con unos ojos más objetivos, me sumí en la nostalgia extrema y la abracé con todo el gusto del mundo. Al fin y al cabo, más que videojuegos como tal, lo que realmente encontráis en mis análisis son experiencias con ellos. Así pues, sabed que soy plenamente consciente de que este juego es un juego excelso para aquellos "hijos de Final Fantasy VII" que acudimos a este Remake como si de la Reunión se tratase, pero que hizo que me pusiera muchas veces en los ojos de alguien que no viniera de allí para sentir que estaba en una fiesta donde no fui invitado. Sí, puedes disfrutar de Final Fantasy VII Remake sin absolutamente ningún contexto detrás, y sin duda es un juego notable desde ese prisma porque es divertidísimo y su apartado técnico es de no creérselo, pero quedarás excluido de la nube de nostalgia más potente que probablemente haya vivido en un videojuego.
Aunque me he dejado arrastrar -y ya os digo que debéis- por lo fácil, no puedo obviar el hecho de que la banda sonora es un 80% del factor nostálgico de este juego. Es, a fin de cuentas, lo que muchos hemos elegido para conservar todos los recuerdos del original. El escuchar durante años y años la tremenda banda sonora de Nobuo Uematsu, rara vez superada, es el puente de unión entre todos los recuerdos que hemos mantenido vivos durante tanto tiempo. Mementos que ahora son nuevas versiones re-interpretadas y orquestadas, tremendamente respetuosas con las originales, y que ahora funcionan como herramienta utilizada para recordarte en todo momento dónde estás, hasta el punto de que imaginar todo el juego con una banda sonora propia hubiera minimizado dramáticamente mi experiencia final. Además, Square Enix, sabedora de ello, ha metido versiones alternativas de temas clásicos como coleccionables dentro del juego que se pueden escuchar en las gramolas distribuidas por el mapa, permitiendo así que recordemos canciones de todos los pasajes de Final Fantasy VII original.
Y digo esto porque, como bien sabréis a menos que hayáis vivido bajo una piedra, este Final Fantasy VII Remake no toma más que un porcentaje bastante reducido del original. Estamos hablando del primer CD de los tres que venían con el juego, y que para que os hagáis una idea supone la parte más lineal del mismo con unas en torno a 5 horas de las cerca de 40 del juego completo. Estas 5 horas se han transformado en cerca de 30 en este Remake, a pesar de ser un juego que curiosamente se centra en repetir situaciones y escenarios por encima de lo que sinceramente pensaba que iba a hacer. De hecho, puedo confesaros que una de las razones por las que no ha alcanzado incluso más puntuación es porque tengo en mente lo que está por venir, y es que estas primeras horas del original corresponden a la parte más fea visualmente del juego, con suburbios y desguaces por doquier en un cielo tapado en todo momento por un bloque de hormigón.
Seamos sinceros, nadie entendió la historia de Final Fantasy VII al completo, y mucho menos en España donde tuvimos una traducción icónica que ahora hace mucha gracia pero que por entonces era enfrentarse a un juego con una historia mal contada a la que se le sumaba una traducción sin sentido. En el Remake, hay más cuerpo narrativo, probablemente potenciado por tener simplemente más tiempo. No tengo muy claro si el juego da por hecho que has jugado al original o si es tan inaccesible de primeras, pero si nos quedamos en el segundo de los casos, estamos hablando de una sociedad que ha cambiado y ya se ha acostumbrados a recibir juegos nipones con un ritmo y un hermetismo diferentes. Por lo demás, la historia que encontramos es la misma, con matices, la mayor parte del tiempo, hasta llegar a un final que ha dividido a la comunidad y que no voy a comentar por razones obvias, pero del que sí que os diré que acabé contento. Es una apuesta valiente, quizá de más, que me ha hecho esperar la siguiente entrega no desde los ojos de seguir el remake sino desde los ojos de ver qué va a pasar. Sí que os diré que aquí el juego abraza definitivamente a los que hemos jugado al original, y se me hace especialmente excluyente para los que no, que simplemente verán un final abierto más en un JRPG. Desgraciadamente, no puedo obviar que ver que Tetsuya Nomura está detrás me genera bastante intranquilidad, y confirmar como el juego se está expandiendo con DLCs como Intergrade -bastante aceptable- o el battle royale Final Fantasy VII: The First Soldier, me genera esa sensación de juego transmedia que siempre va unido inequivocamente a querer estirar la gallina de los huevos de oro. Todos recordamos al Nomura de Kingdom Hearts lanzando multitud de proyectos a su alrededor perdiendo completamente el horizonte y mareando con líneas argumentales sin sentido, o también todos los últimos Final Fantasy que han quedado como productos inconclusos, con la historia a medio cerrar y unos agujeros argumentales importantes que acabé dejando pasar por amor al arte -o algo así-. Por lo demás, la historia es prácticamente la misma, con un blanqueamiento del eco-terrorismo de Avalancha todavía más patente y una presencia de Sephiroth mucho más continuada, aprovechando su carisma. No les culpo.
Un juego excelso para aquellos "hijos de Final Fantasy VII" que acudimos a este Remake como si de la Reunión se tratase, pero que hizo que me pusiera muchas veces en los ojos de alguien que no viniera de allí para sentir que estaba en una fiesta donde no fui invitado.
Más allá del sistema de batalla, que ahora abordaremos, la principal novedad de este Remake es la presencia de ciertas zonas abiertas donde tendremos misiones secundarias que no están muy inspiradas. No suponen una tortura, pero se me hace extraño estar persiguiendo gatitos e ir haciendo de recadero en medio de un juego que siempre despierta epicidad y un ritmo más pronunciadamente rápido. Estas zonas se presentan entre distintos episodios dentro de la aventura, normalmente tras momentos climáticos, y suponen un paréntesis que alguna vez es aceptable para relajar tensiones, pero que la mayoría de veces se recibe como una mala noticia. Considero especialmente grave el haber colocado una de estas zonas justo después de la introducción, en un momento donde tienes la adrenalina y la nostalgia a máximos históricos para acabar convirtiéndola en una pequeña decepción. Atravesar ese primer bache es fundamental para darte cuenta de que el juego vuelve a recuperar el ritmo, y que tras entender la estructura global de esos paréntesis, Final Fantasy VII Remake se podría definir casi como un juego lineal.
De hecho, es tan lineal que uno a veces pide que le dejen suelto en una zona con monstruos para relajarse un poquito y subir un poco de nivel, ni que sea por aparentar, porque el juego en ningún momento te insta a ello. Culpa de estas ganas la tiene un sistema de batalla perfecto, híbrido, que combina el hack n slash más básico con la acción por turnos del Final Fantasy VII original. Básicamente tendremos barras de tiempo que nos permiten, pausando la acción con una cámara ultralenta que le da un rollo muy visual, elegir distintos comandos como en casi cualquier JRPG clásico, pero mientras esa barra se va rellenando, podemos combatir utilizando nuestros combos con los enemigos a tiempo real. Un sistema que creo que contenta a todo el mundo, y que mantiene las equipaciones de materia en armas y armaduras de la misma manera que en título de 1997. Habilidades nuevas y un nuevo sistema de mejoras de armas completan el esquema jugable, convirtiéndole en una de las principales razones positivas para que alguien que no tiene el componente nostálgico pueda disfrutar del juego. La linealidad del juego nos deja pocos combates teniendo en cuenta lo mucho que gusta combatir. Hablamos de que en cada zona de enemigos igual luchas unas cuatro-cinco veces. Sólo hasta que llegas a las arenas, bastante avanzado el juego, uno acaba saciando esa necesidad.
Tengo que terminar el análisis señalando con cierto miedo que el port para PC no me dio ningún problema más allá de lentitud a la hora de cargar las texturas. Digo lo de con cierto miedo porque ha sido catalogado por muchos como el peor port que se ha hecho jamás, y bueno, quizá es que nunca han tenido la bendita maldición que es enfrentarse a Deadly Premonition en PC, pero yo no sentí eso e iba preparado para lo peor. En tema de rendimiento tengo que señalar que mi experiencia fue muy positiva en todo momento, sin absolutamente ningún tirón, jugado a la máxima calidad que permite el parco menú de opciones, eso sí, que se incluye con el título.
Como veis, hay muchas maneras de enfocar este Remake, pero es desde la nostalgia donde se llega a la excelencia. Con Intergrade, el DLC que aporta un episodio donde controlamos a Yuffie e incluye el minijuego de Fuerte Condor reinventado, tengo la sensación de que se está quitando cosas de encima de cara al futuro y poder seguir ofreciendo una experiencia más lineal, lo cual no me parece mal del todo si no llegamos al mencionado transmedia. Entiendo a los que han visto con horror los cambios argumentales que se precipitan en los últimos momentos del juego, pero en mi caso me dejé llevar desde el argumento de "el original ya existe, y eso nadie va a cambiarlo". Veremos a ver qué tiene preparado el destino.
No hay comentarios :
Publicar un comentario