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1 may 2025

DESPELOTE - EL GOL DE INIESTA - ANÁLISIS

 

Julián Cordero nos trae una de las experiencias más profundas y sinceras del año.




Y, de nuevo, tenemos versión en vídeo del análisis por aquí:



Despelote es un pequeño juego que pretende recoger unas sensaciones muy concretas de un tiempo muy concreto. Con un punto autobiográfico pero con licencias autoconfesadas, Julián nos cuenta cómo vivió la primera vez que Ecuador, en el 2001, se clasificó para un mundial de fútbol de cara al mundial de Corea y Japón de 2002 -sí, el del robo a la selección española-.


A por el gol, Albacete Balompié


Recuerdo estar en casa de mis abuelos, en la salita donde solía jugar o con un puzle de geografía con las regiones de España, o con el puzle de Los Snorkles. Mi padre entró después de llegar de la calle, para despedirse porque volvía a irse. ¿Dónde iba? Fue entonces cuando me enteré no solo de que Albacete tenía un equipo de fútbol, lo cual me sorprendió bastante, sino que habíamos subido a Primera División. Intuyo que por aquel entonces tampoco sabía qué era eso de las divisiones, pero sí que entendí que eso significaba que íbamos a jugar contra el Real Madrid. Sobre por qué conocía tan bien al Real Madrid y tan poco al Albacete Balompié, tendréis que interrogar a mi padre.


Mi padre se fue, y sí, volvió, que tal y como iba la narración parecía que iba a morir esa noche o algo así. Tocaba celebrar que el Albacete había vencido a la UD Salamanca y que gracias a eso llegaba a pisar, por primera vez, la primera división del fútbol español. A partir de ahí, el Queso Mecánico y todo lo que vino, pero aquel momento, fue el que cambió la historia. La vida era sencilla. Parte de la felicidad de los fines de semana se resumía en si el Madrid había ganado y si el Albacete había, por lo menos, empatado. La otra mitad la determinaba cuánto me había gustado el juego que hubiera alquilado para ese par de días. No me lo invento, tengo registros al respecto en mi diario de aquellos años, donde mis anécdotas giraban casi exclusivamente en torno a ello y a lo mucho que quería a mis peluches. En el fondo no he cambiado tanto, pero la vida no perdona, como tampoco perdonó el CD Extremadura en aquellos partidos de promoción, devolviendo años más tarde al Albacete a la segunda división. Futuros ascensos vinieron, pero el primero fue el primero.




Cada uno tenemos nuestros propios recuerdos dulces, nuestros espacios de confort mentales que llegan de esa época, y que se traducen casi en olores y sensaciones más que en recuerdos propiamente dichos. Si has sentido alguna vez pasión futbolística, estoy convencido de que entiendes cada una de estas palabras y, por tanto, entiendes desde el principio lo que ofrece Despelote. Es probable que, tú que me lees, no sientas nada leyendo sobre el primer ascenso del Albacete, pero seguro que tienes algún recuerdo similar que perfectamente puede sustituir el mío para sentir exactamente lo mismo. Es justo eso lo que ha hecho Julián Cordero ofreciéndome esos días de magia nacional. Soy indiferente al hecho de la primera clasificación de Ecuador para el mundial de 2002, pero comulgo perfectamente con todos y cada uno de los sentimientos melancolico-nostálgicos que ofrece el juego.


Costumbrismo en lo extraordinario


El juego se desarrolla en una pequeña manzana a lo largo de los distintos momentos en los que Ecuador jugó sus últimos partidos clasificatorios para el mundial de 2002. El abrazo al costumbrismo es obvio, y cada partido refleja una fotografía contextual de cómo se vivió en el barrio. Despelote hace micro de lo macro, desde la indiferencia máxima de algunos, preocupados por temas más importantes, hasta la pasión de otros que se lo toman como si no hubiera nada más en esta vida. Tu función es, simplemente, contemplar la estampa y divertirte como gustes. Puedes ir a Víveres Rosita a ver cómo va cada uno de los partidos, los cuales se retransmite durante el juego -no a tiempo real, pero la sensación es muy similar-, mientras vas echando unos rondos de pases con el resto de niños, o puedes dedicarte a pegarle balonazos a las macetas. Da un poco igual, porque a Julián Cordero solo le interesa, no contarte una historia, sino una sensación que quiere compartir contigo: lo importante que es la niñez de cara a toda tu vida.




Me ha parecido muy llamativa la facilidad con la que he vuelto a ser niño en Despelote. Es muy normal toparte con adultos que se dedican a hablar de temas aburridos, y mi sensación fue siempre la de: "¡qué aburrido!" mientras los ojos se me iban a las televisiones donde se retransmitían los partidos. También he abrazado situaciones ilógicas de una manera inconsciente, como esa parte donde te dedicas a chapotear en los charcos porque te da la gana, cuando sabes que lo único que vas a conseguir es manchar tu traje de gala y una reprimenda de tu madre, la cual se desespera por lo irracional de tus acciones. Todo me ha salido de una manera natural y ni siquiera buscando entender las interacciones jugables del juego. El "niño, deja ya de joder con la pelota" que diría Serrat. También esa facilidad para relacionarme con los demás desde la perspectiva de un niño, el cómo no tenía ninguna obligación y sin embargo se me hacía tarde cada vez que mi madre me daba unos horarios a cumplir, el cómo sentía en todo momento que mi hermana era una pesada, o el enfado tan grande que sentía cuando me ponía a jugar a la consola y mi madre decidía pasar por todo el medio en el momento más importante de la partida, eso cuando no se paraba a darme algún sermón.




Si hay algo que quiero remarcar es el trabajo no ya solo de interpretación, sino de contextualización. Los diálogos que se producen pueden estar mejor o peor interpretados según el personaje que escuches, pero la realidad es que se busca una normalidad que rara vez se ve en ningún tipo de arte. Los personajes se pisan al hablar, tropiezan y repiten frases, tal y como pasaría en la vida real y no en las coreografías interpretativas que llevamos consumiendo toda la vida. Hay un verdadero esfuerzo que va más allá del costumbrismo, y que otorga una naturalidad que hacen que deambular por cada uno de los días sea un verdadero ejercicio de inmersión placentera.




Despelote es una de las experiencias más sinceras que he tenido el placer de jugar en los últimos años. Tiene el costumbrismo por bandera, y está lo suficientemente bien propuesto como para ser aconsejable incluso a aquellos que tengan cero interés por el fútbol. Ni siquiera es un juego conformista, hay más de una excentricidad que roza lo experimental que demuestra una inquietud más allá de lo que quizá esperaba en un principio. Sea como fuere, quién sabe si algún día, dentro de unos años, alguien no hará, desde el orgullo ecuatoriano, un juego sobre "¿dónde estaba yo cuando de Ecuador salió Despelote?".



Copia de prensa proporcionada por Panic.

4 comentarios :

  1. Yo del Albacete de primera recuerdo que tenía un calvo, quizás el capitán. Tenía el cromo repetido 40 veces, por lo menos.

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    1. ¿Dertycia? Ya no hacen calvos tan característicos.

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    2. Dertycia! Aunque ya veo que pasó con más pena que gloria por el Albacete, igual que por mis cromos.

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    3. Fue más mítico cuando estaba en el Tenerife. Aquí solíamos coger a los jugadores ya pasados jaja.

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